martes, septiembre 30, 2008

Ascensión a la Peña de los Enamorados de Antequera "El Indio"

sábado, 27 de septiembre de 2008
Ascensión a la Peña de los Enamorados de Antequera "El Indio":
La noche del viernes, en la que se celebró la 1ª asamblea general de Pasos Largos Temporada 2008/9 estuvo lloviendo no solo toda la noche, sino todo el fin de semana, tanto en la provincia de Málaga, como en toda Andalucía. Muchos fueron los amigos que en los días previos me confirmaron su participación en la ascensión a la peña de los Enamorados. Pero el hecho de seguir lloviendo sobre mojado sin síntomas de mejora fue mas que suficiente como para recibir numerosas llamadas y mensajes en las primeras horas de la mañana.

Mientras tanto llegando desde Ronda por la carretera de Campillos nos acercábamos a la histórica ciudad de Antequera, bajo un cielo tenebroso totalmente cubierto de nubes grises y negras. Y en medio de la extensa hoya de Antequera destacaba como una Diosa altiva y orgullosa la impresionante peña de los Enamorados...¿cuántas veces hemos pasado junto a ella quedándonos atónitos por su belleza...diciéndonos que algún día tenemos que subir allí arriba?. Y mientras nos íbamos acercando a la majestuosa peña, cada vez mas alta y hermosa, los acordes de guitarra y el ritmo de batería de "Don´t bring me down" (E.L.O.), destacaban por encima del monótono arrastrar de las escobillas del parabrisas, contagiándonos con su espectacular ritmo, cual arenga antes de la batalla.

LLegada la hora en cuestión en el punto de encuentro fijado al pie de la peña en la entrada de la pista terriza que lleva al antiguo apeadero, aparecieron puntuales y casi de forma sincronizada: una vallisoletana: Ruth "La Sirenita del Pisuerga", un granadino: Fernando "La Comadreja de cueva Secreta", dos cordobeses: Mª Luisa "El Duendecillo de Sierra Horconera" y Hector "El Caimán de Puente Genil" y cerrando el grupo, un sevillano: Juani "Tito Pulo", escoltado por su fiel mascota Chuky, dispuesto a defender su título de Premio Canido 2008, como iba a demostrar nada mas iniciarse la ruta. Tras los minutos de cortesía y sin ningún aviso mas de llegada nos pusimos en marcha "los 5" mas el perro, al igual que en aquella entrañable serie de televisión. Curiosamente ningún compañero malagueño entre nosotros.

Bajo un cielo mas propio de Mordor, que de nuestra luminosa y casi siempre soleada Andalucía, nos encaminamos hacia la base del coloso, con la esperanza de que aquel chirimiri que caía sobre nosotros, no pasara a mayores dificultándonos aún mas la ya de por sí exigente ascensión. Siguiendo la prolongación del carril en cuyo comienzo habíamos aparcado los coches, llegamos en un instante al solar que hasta hace muy poco había ocupado el entrañable apeadero que durante décadas había sido testigo mudo del tránsito de tantos trenes entre Sevilla y Granada. A partir de este momento, comenzamos a caminar junto a la vía del tren y a partir del puente que atraviesa las aguas del jovencísimo Guadalhorce ya vamos caminando por el mismo trazado de la vía. Antes del puente el río lo tenemos a nuestra izquierda, después de cruzarlo lo llevamos a la derecha, mientras íbamos por la vía del tren, Chuky iniciaba una veloz carrera ladera arriba poniendo en jaque al pacífico rebaño de ovejas que en unos instantes pasó de la mas absoluta tranquilidad a un frenético estado de estrés del que salió muy mal parada una oveja rezagada que ante el acoso del can, se vió obligada a descender por una tremenda pared con drámatico aterrizaje que por suerte, no pasó a mayores. Unos 200 m mas allá del puente abandonamos la vía a través de una marcada senda que sale a nuestra izquierda y que nos indica el lugar ideal por donde atravesar la valla metálica que hasta ahora llevábamos a nuestra izquierda.

Una vez superada la valla sin mayor dificultad, ya estamos a los pies del coloso y nada se interpone en nuestro camino hacia la cumbre. Sin embargo, antes de iniciar la subida, continuamos faldeando la base por una senda paralela a la valla que ahora queda a nuestra derecha y antes de darnos cuenta "Chuky" iniciaba la carrera mas veloz que jamás recuerdo haberle visto tras un conejo, tal fue la potencia de carrera que tras unos 100 m de persecución ya estaba a punto de alcanzar al conejo, cuando esté le metió un espectacular quiebro refugiándose en los arbustos mas cercanos. Mientras que a nuestra izquierda una empinada ladera nos tienta para iniciar la subida, nosotros continuamos un trecho caminando próximos a la valla, pasando primero junto a unas llamativas paredes rocosas y unos 400 m mas allá, llegamos a una antigua cantera de la que aún quedan en pie restos de antiguas construcciones para la explotación de la misma, a la altura de una cortijada que se encuentra junto al Guadalhorce. Y en la orilla de enfrente, un precioso prado al pie de una ladera presidida por un bosque de pinos de repoblación que le aporta al paisaje un esperanzador tono verde que con la atmósfera lluviosa de aquel día nos recordaba mas al cantábrico, que a la cada vez mas desértica franja mediterránea. Desde la cantera iniciamos la ascensión dejando la misma a nuestra derecha. A partir de aquí comenzamos a remontar la ladera por cualquiera de los muchos caminitos abiertos por el tránsito de las ovejas que pastan en la zona, mientras que cada vez que nos giramos hacia atrás podemos contemplar la preciosa localidad de Archidona al pie de su bonita sierra, que prácticamente nos acompaña durante toda la ascensión.

Sin embargo, una vez en la zona mas alta de la pequeña cantera, que va quedando a nuestra derecha, en vez de ascender de forma perpendicular hacia la izquierda (dirección oeste), ascendimos, recto en dirección noroeste, bajo un fino chirimiri que prácticamente no cesaba en ningún instante. Remontado un buen trecho a media ladera, hicimos una pausa bajo uno de los muchos acebuches que se encuentran dispersos por la ladera de esta preciosa montaña y al grito de: ¡esto es Esparta!, continuamos hacia el collado que teníamos como referencia siguiendo el mapa topográfico que teníamos entre mano, (ya que el GPS lo dejé en el coche para evitar riesgos por la lluvia). Sin embargo al llegar al mismo nos encontramos ante un imponente tajo, justo debajo de la cumbre, o lo que es lo mismo, bajo “la nariz del indio” al pie de cuya pared vertical nos encontrábamos en ese momento en el que comenzaba a arreciar la lluvia. Obviamente, el error puede parecer incomprensible con lo fácil que resulta reconocer la cumbre desde la distancia. Pero en este caso, al igual que en otras muchas montañas a las que ya hemos subido, entre la senda ó el camino escogido para ascender y la cumbre suele haber una serie de lomas y farallones rocosos que a veces te impiden ver la cumbre ó tenerla perfectamente localizada hasta que no llegas a la misma. Y eso fue lo que nos pasó en esta ocasión.

Nos encontrábamos en la cara norte de la nariz del indio, pero para ascender a la cumbre había que alcanzar el collado que existe en la cara sur, que es desde donde parte el último tramo de ascensión, sin embargo dadas las escarpadas paredes que forma la nariz del indio, por el norte, este y oeste, tuvimos que dar un rodeo de aproximadamente un kilómetro, llegando hasta casi el acebuche donde habíamos hecho la pausa, para desde allí, alcanzar el collado sur al que llegamos a través de un empinadísimo corredor de tierra, salpicado de acebuches que se iba estrechando cada vez mas a modo de embudo, haciendo alguna pausa de vez en cuando para recuperar el resuello tras la empinadísima subida que en alguna ocasión nos obligo a ayudarse de las manos a quien no llevaba bastones.

Una vez en el collado sur, ya estábamos a menos de un estadio de la cumbre, pero en vez de iniciar la ascensión desde allí, cosa poco recomendable, por el afilado lapiaz que se interpone entre nosotros, seguimos rodeando la cumbre, caminando ahora en dirección oeste, con Antequera y toda su hoya a nuestros pies mientras íbamos faldeando la ante cumbre, incluso descendiendo suavemente en algunos tramos, hasta encontrar un indicio de senda entre el canchal que nos separaba de la cumbre y que tan solo pudimos reconocer por el rastro de algunas pisadas de cabra y por tratarse del tramo de rocas mas planas y casi de forma escalonada por el que podíamos iniciar el último tramo de ascensión. De manera que comenzamos a ganar altura fácilmente con la certeza de que ya estábamos a punto de coronar. Sin embargo, la lluvia, que incluso había cesado durante algunos minutos, se reanudó con mas persistencia, empapando totalmente el quebradizo canchal de roca caliza por el que íbamos subiendo y en ocasiones trepando, hasta que llegó un momento en el que en cada paso te la jugabas, porque ya no podías caminar mas de tres pasos sin volverte a encontrar con otra zona de trepada, que en seco hubiera sido hasta divertida pero que en mojado comenzaba a parecer una temeridad. Sobre todo a la hora de tener que bajar por ella con las rocas mojadas, que ya se sabe que subir se sube, pero donde te la juegas es en la bajada.

Aún así continuamos un trecho salvando profundas grietas y espinosos majuelos, pero el terreno cada vez mas mojado y resbaladizo, hizo que al final se impusiera la lógica y la prudencia ante el entusiasmo de hacer cumbre, de manera que “El Duendecillo de Sierra Horconera”, “La Sirenita del Pisuerga” y un servidor, nos quedamos esperando mientras “El Caimán de Puente Genil”, continuaba con fuerza y honor hacía la cumbre junto a la intrépida “Comadreja de Cueva Secreta” que encabezaba la expedición junto al increíble Chuky, superando un saliente que cuya zona mas elevada se encontraba a tan solo 20 m de nosotros, para bajar inmediatamente después por un tobogán tras el que iniciaron el último tramo de ascensión a la cumbre. Regresando sobre sus pasos a los pocos minutos tras haber coronado, retomamos el descenso todos juntos hasta otro acebuche cercano al denominado collado sur, bajo el cual nos resguardamos del chirimiri para disfrutar de un entrañable almuerzo montañero en que no faltaron las risas hablando de lo humano y lo divino y sintiéndonos como auténticos privilegiados por haber disfrutado de tan bonita ascensión en una montaña única y emblemática donde las haya.

Finalizado el almuerzo, por aquello de no regresar por el camino ya conocido y animados por el cese de la lluvia que ya no volvería, seguimos la propuesta de Fernando “La Comadreja de cueva Secreta” e iniciamos el descenso en dirección suroeste, dejando a nuestra espalda lo que hasta ahora habíamos denominado collado sur y la zona de cumbre. En principio íbamos por una zona abancalada que se hacía bastante asequible y ya comenzábamos a ver allí abajo la primera lengua de tierra que dejamos a un lado al comienzo de la ruta, por lo que era de suponer que en poco tiempo llegaríamos a la misma. Pero conforme íbamos bajando, la pendiente era cada vez mas fuerte y lo que en algunos tramos había sido tierra, ya sólo eran rocas por las que casi era imposible caminar dada su pendiente. Así que casi de forma sincronizada comenzamos a practicar el “culing”: impulsándonos con el culo y las manos un largo trecho hasta ponernos a la altura de la famosa lengua de tierra. Pero quedaba un último obstáculo por salvar y era descender por el vertiginoso farallón rocoso que nos separaba de la mencionada lengua de tierra por la que llegaríamos a la base. Curiosamente mientras mas descendíamos por el tramo rocoso que en teoría nos acercaba a la base, mas fea se ponía la cosa, llegó un momento en el que ya sólo teníamos cortados a nuestro alrededor. Volver sobre nuestros pasos hubiera sido un tremendo sobre esfuerzo. Pero con calma, tranquilidad y sin perder el buen humor, la astuta “Comadreja de cueva Secreta” siempre en primera posición en los tramos mas escarpados, encontró un resquicio entre las rocas que nos situaba en la ansiada lengua de tierra. No sin antes superar una última peripecia con un arriesgado destrepe donde te tenías que quedar colgado por un instante de las ramas de un viejo acebuche. Muy parecido al destrepe que tuvimos que superar al salir de la cueva del Moro, tras hacer cumbre en Cancha Armola el pasado 1 de diciembre de 2007.

Una vez alcanzada la lengua de tierra, tuvimos que padecer una bajada tan pronunciada como la que realizamos aquella vez por Sierra Mágina, en esta ocasión mucho mas corta, pero mas empinada, de manera que mas de una vez tuvimos que volver a poner culo en tierra y el resto del tiempo caminando de lado, hasta casi llegar a la orilla del río Guadalhorce. Pero justo cuando nos disponíamos a cruzarlo por una pequeña presa de hormigón, pasamos por encima de un pozo en el que estuvo a punto de caer “El Duendecillo de Sierra Horconera” después de que Tito Pulo, hubiera dejado temblando el maltrecho muro de contención con el peso de su cuerpo. Tras el susto que no terminó en tragedia de milagro, nuevas risas y en cinco minutos de vuelta a los coches tras la última foto a orillas del embarrizado Guadalhorce con las paredes de la peña de fondo.

Una jornada a la antigua usanza por lo que suponía subir por primera vez esta montaña, con la incertidumbre meteorológica añadida y con la intensidad con la que se viven estas jornadas en petit comité donde cada compañero juega un papel fundamental, estrechándose aún mas los lazos de amistad, que ningún lugar será nunca mas propicio que la montaña para comprobar quienes son tus amigos de verdad.

¿Sabías que…

Durante largo tiempo fue Antequera límite fronterizo de la España cristiana con la morisca. Un joven cristiano, Tello, cae prisionero en Archidona, localidad próxima. La hija del mandatario moro de esta localidad, Tagzona, va por curiosidad a los calabozos en los que se encuentra con Tello. Ambos, caen enamorados a primera vista y comienza en este momento una arriesgada historia de amor que podría acabar con el peor de los castigos en caso de ser descubiertos. Hasta que Tagzona se las apaña para liberarlo , escapando juntos de la prisión, poniendo tierra de por medio, pues en aquellos siglos, no se les permitía contraer matrimonio a parejas de distintas creencias.Pero nada mas abandonar Archidona son descubiertos por los guardias que, con el padre de Tagzona al frente, salen a su captura. El desafío se va difuminando, los moros se acercan y no saben qué hacer. Apunto de llegar a Antequera se ven obligados a refugiarse en una peña, decidiendo subir por ella. Pero la persecución continúa, ya en todo lo alto, prácticamente rodeados, con las primeras luces del amanecer los arqueros del padre moro apuntan a los jóvenes. Ambos se miran, se cogen de la mano, y se colocan al filo de la cima. No tenían escapatoria: rendirse y ser capturados y separados. Pero, Tello y Tagzona, unidos por sus manos, vuelven a mirarse fijamente y deciden despeñarse, saltando al vacío."

Con el paso del tiempo la historia, se convirtió en leyenda y la leyenda en mito. Pero para que aquellos hechos nunca caigan en el olvido, podemos contemplar una emotiva escultura en la ciudad de Antequera donde se representa la figura de los dos amantes saltando al vacío, para rememorar esta bellísima y dramática historia de amor.


Crónica y fotos: Juan Ignacio Amador

lunes, septiembre 29, 2008

Travesía por las playas de Cantarriján y el Cañuelo

Travesía por las playas de Cantarriján y el Cañuelo
(Paraje natural Acantilados de Maro-Cerro Gordo).

Sábado 6 de septiembre.

Un paraíso camuflado entre enclaves de masificación turística: así podríamos definir los acantilados de Maro-Cerro Gordo. Parece mentira que a tan poca distancia de Nerja, Almuñecar y La Herradura, lugares que desafortunadamente evocan urbanización salvaje, masificación y despersonalización del paisaje, encontremos un remanso de paz donde el tiempo se detiene, los sentidos se exaltan y el azul infinito del Mediterráneo nos inunda con la mayor pureza.

A las 11 de la mañana del sábado 6 de septiembre, nos dimos cita en el aparcamiento que da acceso a la playa del Cañuelo: Rocío Sáez y Juan Pérez (los más risueños de la costa malagueña), Angus y Paco (la pareja super feliz), Vicky y Juan Mena (los gourmets del helado artesano), Gabriel y Ana Mª (recién llegados del Coronil, corazón de la Sierra Sur de Sevilla), Inma de Granada, Rosa (la Amazona de la Sierra Morena cordobesa) y una servidora, la Pimentonera de Águilas.

Como el camino hacia la playa de Cantarriján no estaba muy claro (y yo no había conseguido cargar los tracks que me pasaron en mi “hippyese”), preguntamos a un paisano que había conversando con el conductor del vehículo que la Consejería de Medio Ambiente utiliza para llevar a los bañistas hasta la playa del Cañuelo. El buen señor nos dijo que debíamos coger el camino hacia esta playa, y antes de una curva pronunciada, coger una senda a la izquierda que nos llevaba al Cortijo del Sobrao, uno de los muchos cortijos en ruinas de la zona, y desde allí, siguiendo una vereda desdibujada por estar en desuso, podíamos encontrar un camino que nos llevaría hacia la playa de Cantarriján.

Cuando íbamos a tomar este desvío que nos dijo el señor, una pareja de sevillanos con un niño muy pequeño y valiente, se unió a nosotros. Dimos alguna que otra vuelta alrededor del Cortijo del Sobrao, hasta que encontramos una vereda que nos llevaba en dirección a la costa. El sitio era de lo más solitario, a pesar de estar relativamente cerca del parking. Incluso vimos unas cuantas cabras montesas que se acercaban a beber a una balsa cercana. Tras la parada y la foto de grupo, con el incomparable marco de la costa de Maro detrás, proseguimos la marcha.

El verano había sido implacable con la vegetación, que se mostraba agreste y seca. De forma casi irremediable, tuvimos que sortear plantas con pinchos y un terreno algo pedregoso, hasta que encontramos un atisbo de vereda que por la falda del cerro de Cantarriján nos llevaba en dirección a esta playa. Rocío, Paco y la familia de Sevilla prefirieron seguir en dirección a la costa, para coger una senda mucho más marcada y cómoda, que sería la que utilizaríamos a la vuelta.

Aunque sin senda marcada, seguimos cómodamente en dirección a un collado a los pies del cerro de Cantarriján. Desde el collado, la cumbre la teníamos a tiro de piedra, y Juan A. Mena, Gabriel y sobre todo Paco “el tiburón de Maro”, propusieron subir hasta ella. Las féminas no terminamos de decidirnos, y bien que nos arrepentimos luego, porque estando tan cerca habría sido una oportunidad fantástica divisar tan magnífico paraje natural desde la considerable altitud del Cerro.

Una vez superado el collado, fuimos descendiendo por un pinar, ya con vistas a la aún lejana playa de Cantarriján, hasta que llegamos a una senda, que en un corto zigzag nos dejó en el sendero que cogeríamos a la vuelta, por donde venían Paco y Rocío tan contentos. Todos juntos proseguimos la marcha hacia la paradisíaca playa naturista de Cantarriján, ya en la provincia de Granada.

Era aproximadamente la una de la tarde, y nos propusimos hacer una breve y refrescante parada, tras la cual iríamos a la playa del Cañuelo para comer y echar un buen rato de playa.

Pero tuvimos la debilidad de meternos (algunos) en el chiringuito, pedir unas cervecitas, que estaban fresquísimas y riquísimas, acompañadas de unas buenas tapas (en Graná ponen tapa con la cerveza), y tras la primera cerveza cayó otra, y otra... ¡Qué le vamos a hacer!. Somos débiles y la tentación era muy fuerte. Mientras tanto, el resto se habia hecho un sitio en la zona menos naturista de la playa, y se estaban dando un baño de campeonato.

Al final decidimos quedarnos a comer en Cantarriján, y continuar después hacia el Cañuelo. La imagen de un grupo de senderistas, con botas, mochilas, bastones y demás avíos, en medio de tanta desnudez, era un poco surrealista, pero lo pasamos pipa, sobre todo cuando alguno de nosotros sacó una enorme zanahoria de la mochila y comenzó a comerla, suscitando entre el resto un debate filosófico sobre si el tamaño (de las zanahorias y demás hortalizas) importaba o no. En fin, no continúo porque deberíamos poner varios rombos a la crónica, pero las conversaciones en un lugar tan naturista derivaron en ... imaginaros el tema.

Una vez concluida la comida y el baño de algunos, nos volvimos a vestir (de senderistas, no penséis mal), y tomamos el carril en dirección al parking de la playa de Cantarriján, a unos pocas decenas de metros cogimos una vereda a la iquierda, por la que habíamos bajado antes, señalizada con blanco y rojo, que bordea la costa, y nos dejaría en el Cañuelo.

A mitad de camino tomamos un desvío para visitar la torre de la Caleta, una de las muchas torres vigía que existen en estos parajes y en casi toda la costa granadina. El mar estaba un poco embravecido y el oleaje daba una belleza especial a los acantilados. Tras la visita a la torre de la Caleta, proseguimos bordeando acantilados sobre calas inaccesibles hasta el extremo norte de la playa del Cañuelo, a la que bajamos por una senda muy empinada.

Nuestra intención era tomar un baño relajado en la playa, pero había mucho oleaje, así que la mayoría decidimos ir directamente al chiringuito a tomar un café. Allí pasamos un buen rato, tomando café, refrescos, algunos incluso se bañaron en tan dilatada pausa... y cuando el sol había bajado un poco, con toda la serenidad del mundo, una fuerte brisa de levante y la luz de media tarde, emprendimos la subida por el carril, en algunos tramos semiasfaltado, que nos dejaría en el lugar donde habíamos dejado los coches.

Una bonita excursión que puso broche de oro a las rutas acuáticas del verano.

Crónica y fotos: Magdalena Mayor

lunes, septiembre 15, 2008

De la iglesia rupestre de Bobastro al Mirador de la Encantada:

De la iglesia rupestre de Bobastro al Mirador de la Encantada:
Mesa de Villaverde, la Atalaya de Omar Ibn Hafsun


Sin ser la montaña mas alta de este espectacular paraje natural, a través de la ruta que proponemos a continuación, llegaremos a entender la importancia estratégica de esta singular montaña, que además de poseer rincones de gran belleza, nos brinda unas vistas espectaculares de todas las sierras que la rodean. Sin duda el mítico Omar Ibn Hafsun supo escoger muy bien la atalaya perfecta, desde donde poner en jaque al poderoso Califato de Córdoba, en tiempos de Abderramán III.

Para acceder a la singular meseta de la “Mesa de Villaverde” debemos tomar como referencia “El Chorro”, donde como se ha explicado en el apartado de accesos al paraje natural Desfiladero de los Gaitanes podemos acceder desde el Valle de Abdalajis, Álora o desde Ardales que en este caso sería el acceso mas directo si se viene desde la costa. Al llegar al Puerto de las Atalayas nos encontraremos con la indicación de El Chorro. Desde aquí, la vista que tenemos nos muestra un paisaje espectacular hacia el cual nos vamos a ir acercando cada vez mas, con los afilados colmillos del Tajo de la Encantada y el Peñón del Cuervo apuntando al cielo, enmarcados a su vez por la majestuosa cumbre del Huma y la Mesa de Villaverde. Pero el espectáculo para la vista no ha hecho mas que comenzar, empezamos a descender suavemente por una sinuosa carretera que se adentra en un paisaje de fantasía donde la acción erosiva del agua y el viento han formado caprichosas formas redondeadas a modo de cráteres fruto de la denominada “erosión alveolar”...