domingo, enero 01, 2012

Ascensión a Los Reales de Sierra Bermeja por el arroyo del Infierno

Entorno: Parque natural Reales de Sierra Bermeja
Pueblos de referencia: Estepona
Cómo llegar al inicio de ruta: Antes de nada hay que tener en cuenta que se trata de una travesía, es decir: comenzamos en un punto y acabamos en otro. A no ser que se plantee como una ruta lineal de ida y vuelta, como en su día hizo nuestro amigo Pepe Guerrero en solitario, lo cual sería tremendamente duro por lo agreste del terreno. Para ello recomendamos primeramente dejar un coche arriba de Sierra Bermeja, bien junto a las antenas de la cumbre si llevamos un 4x4. Bien en las proximidades del Refugio Agustín Lozano o bien en el carril que atraviesa la cabecera del arroyo Algarrobo por la vertiente norte, que al llegar a Peñas Blancas, supondría tomar a la izquierda por la pista asfaltada que llega a Genalguacil e inmediatamente después tomar la pista de tierra que sale a la izquierda, dejando el coche unos 200 m mas allá, junto a un paso con cadena tal y como hicimos nosotros, con el pensamiento de llegar hasta allí después de haber hecho cumbre descendiendo por el sendero de “Los Realillos” que es el que desciende por la cara norte y pasa por la Plazoleta de Los Pinsapos.
Una vez que hemos dejado un coche arriba, hay que bajar hasta Estepona y tomar la antigua carretera que nos lleva en dirección Casares. Si venimos por la autovía y sólo disponemos de un coche hay que tomar la salida 153, que como bien dice nuestro amigo Paco Leal es de las rotondas que mas se presta a confusión de toda la Costa del Sol, siendo por ello que debemos estar muy atentos a la indicación: Casares, subestación eléctrica, “ADANA” que será nuestra carretera a seguir, poniéndonos ya casi de espaldas a la costa y mirando a Sierra Bermeja por cuya falda comienza a discurrir esta carretera que en unos 4 ó 5 km pasa junto a un mosaico que nos anuncia: “San Isidro Labrador” por donde debemos tomar, encontrándonos pocos metros después por una pista terriza que en un par de kilómetros escasos nos llevara al inicxio de ruta siguiendo las indicaciones de “ADANA” (protectora de animales). Por esta pista terriza nos vamos a encontrar con dos cruces en forma de “Y” al llegar a la primera bifurcación conviene dejar el coche si no se dispone de 4x4, porque hay que tomar el ramal de la derecha lleno de cárcavas y grandes baches, mas adelante se llega a una segunda bifurcación, siendo otra vez  la de la derecha la que nos lleva a “ADANA”, sin embargo, nuestro anfitrión pepe, tuvo a bien sugerirnos tomar el ramal de la izquierda, que llega de forma mas directa al cauce de la arroyo del Infierno, tal y como pudimos comprobar instantes después.
Distancia aprox.  10 km
Desnivel aprox.  subida 1.250 m
Desnivel aprox.  bajada 450 m
Punto de partida: Vado del arroyo del Infierno muy próximo a la protectora de animales “ADANA”
Punto mas elevado: vértice geodésico Reales de Sierra Bermeja (1.452 m)
Tiempo aprox. depende muchísimo de la capacidad de sufrimiento y la velocidad de progresión, pero es prácticamente imposible llegar a la cumbre en menos de 4 horas. Debido a lo agreste del terreno lo normal es hacerlo entre 7 y 9 horas, siendo imprescindible el frontal si nos coge la noche.
Nivel dificultad: Muy Alto, porque a los 1.250 m de desnivel hay que sumarle que se trata de un terreno muy agreste sin el menor rastro de sendero.
Tipo suelo: Sin duda alguna, el mas duro que existe en la provincia de Málaga como son las sierras compuestas de tremendos bloques de peridotita, en este caso además son las orillas del arroyo del Infierno, nombre muy apropiado para este arroyo que tendremos que ir vadeando en multitud de ocasiones con numerosas trepadas, algunas muy expuestas y peligrosas, tremendos escalones, troncos caídos y una interminable colección de obstáculos sólo aptos gente muy experimentada en montaña y acostumbrada al campo través por el que discurre toda la ruta hasta pocos metros antes de alcanzar la cumbre.
Tipo de recorrido: Lineal
Mapa: Casares 1.071-II
Fecha de realización: viernes 30 de diciembre de 2011, cielos despejados como casi todo aquel mes de diciembre, temperaturas que llegaron a los 16ºC al mediodía y vientos que afortunadamente no superaron los 14 km/h cuando llegamos a la cumbre ya casi denoche.
Participantes: Ilse “La gacela de la Selva Negra”, nuestro anfitrión Pepe gerrero “El Maestro Geobotánico”, Valentín “El Rey de la Montaña”, El Doctor Leal y un servidor: Juan Ignacio Amador.
¿Cómo se nos ocurre hacer esta ruta?
Desde el pasado año el amigo Pepe Guerrero, me venía hablando de una ascensión prácticamente inédita que él había hecho en solitario para ascender a Los Reales de Sierra Bermeja siguiendo el cauce de un arroyo. Y a mí que desde hacía tiempo tenía muchas ganas de hacer una ascensión a Los Reales desde su base, se me ocurrió que podría ser la candidata perfecta para proponerla este año en la VI Edición Sierras Litorales. Sin embargo, debido a la tremenda dificultad y dureza de la ruta, sin mas vía de escape que regresar sobre tus pasos por un terreno cada vez mas y mas agreste y empinado que parecía no tener final, decidimos que sería una auténtica locura proponer esta ruta para realizarla con un elevado número de compañeros.
Descripción de la ruta:
Al contrario que en el elaborado apartado de cómo llegar al inicio de ruta, el itinerario se podría resumir en algo tan simple como seguir en todo momento el cauce del arroyo y cuando se acabe el agua, seguimos subiendo por donde podamos, que mientras vayamos ganando altura vamos bien hasta alcanzar la cumbre.
Los dos primeros kilómetros de esta travesía remontando el arroyo del Infierno resultan muy tendidos en comparación con lo que nos espera mas adelante. A pesar de haber realizado esta ruta tras el otoño menos lluvioso en décadas y un mes de diciembre sin lluvias, llamaba la atención el permanente cauce acuático abriéndose paso por los bloques de peridotita sobre los que teníamos que ir saltando o subiendo y bajando escalonadamente. No tardamos en encontrarnos las primeras pozas de aguas cristalinas que ya invitaban a regresar para realizar un corto tramo como ruta acuática en temporada de baño. A pesar de que en la primera parte la pendiente es muy tendida, el caos de roca por el que discurre esta travesía te obliga a no bajar la guardia en ningún momento y en poco tiempo el terreno se hace tan incómodo que hasta para quienes estamos acostumbrados a llevar siempre bastones, hace que estos te sobren y los tengas que plegar y guardar.
El tercer kilómetro de la travesía coindice con el paso junto a unos pináculos rocosos que llaman poderosamente nuestra atención y que dejaremos a nuestra derecha haciendo una trepada por una cornisa escalonada cercana a su base, dejando a nuestra izquierda la cascada mas ancha que recuerdo haber visto en todo el recorrido. Si bien, antes de llegar a este punto ya hemos ido dejando atrás varias pozas y cascadas realmente idílicas por las que Pepe recordaba haber pasado con un sonido estruendoso por el poderoso caudal con el que bajan las aguas en primavera cuyo poder erosivo se deja notar en espectaculares toboganes o marmitas de gigantes que nos encontramos en algunos puntos gran atractivo para los amantes de la geología encontrándonos ejemplares de peridotitas de todos los tamaños y en todas sus fases desde la serpentina al amianto.
La belleza de sus pozas y cascadas contrasta con lo agreste del terreno por donde nos vamos abriendo paso, pero la permanente presencia del agua y la sombra de los pinos te anima a continuar. Una vez superados los mencionados pináculos rocosos, comenzamos a disfrutar de uno de los grandes alicientes de esta ruta que consiste en comprobar cómo vamos ganando altura con respecto la costa tal y como vemos cada vez que echamos la vista atrás con la referencia del peñón de Gibraltar y el Yabel Musa al suroeste. Pequeños bosquetes de pinos con sus copas destartaladas, frecuentemente azotados por los vientos del estrecho, se intercalan con troncos cadavéricos mitad aún en pie, mitad caidos por el suelo y con frecuencia cortándonos el paso de manera que nos obligan a pasar por encima o por debajo de ellos.

Cada pocos minutos miraba con impaciencia mi altímetro de muñeca comprobando lo duro que se hacía alcanzar cada línea de 100 m, Poco después de rebasar los 800 m de desnivel, viendo que había que realizar una larga trepada por una pared que superaba en mucho mis escasas aptitudes para la escalada, abandoné el cauce del arroyo por una torrentera que bajaba por su margen izquierdo (a la derecha en nuestro sentido de ascensión), con la intención de volverme a encontrar con mis compañeros un centenar de metros mas allá, pero poco a poco la cañada me fue desviando hacia el este, concretamente hacia el Morrón del Zagalete, mientras que mis compañeros avanzaban en todo momento en dirección norte de forma muy directa. Afortunadamente había cobertura en muchas zonas por lo que pude mantener una comunicación fluida con Paco Leal, dándole en todo momento mi posición respecto al grupo.

Antes de darme cuenta, ya tenía conmigo a mi fiel escudero Chuckie, jamás encontraré mejor perro para la montaña y a Valentín que además de indiscutible “Rey de la Montaña” lo vi aparecer como si fuera mi ángel de la guarda. Con amigos como éstos uno se puede morir con la certeza de que al menos, en el ámbito de la amistad es imposible haber recibido mas en esta vida. Descartada la posibilidad de enlazar en línea recta con nuestros compañeros por lo accidentado del terreno, a Valentín y a mí se nos presentaban dos alternativas, dirigirnos hacia el Morrón del Zagalete y desde allí seguir por el cordal de la loma hasta la cumbre o bien faldear desde nos encontrábamos avanzando en dirección norte y ganando altura cada vez que nos fuera posible hasta enlazar con la trayectoria de nuestros compañeros, que fue la opción que escogimos guiándonos con fe ciega en los amplios conocimientos del Rey de la Montaña en los terrenos mas difíciles, que es donde de verdad se ve la categoría y la valía de cada cual.
A partir de aquí ya dejé de hacer foto, porque a la dureza de lo que nos quedaba por delante se unía que nos quedaban poco mas de 3 horas de sol y una interminable ladera compuesta de caos de peridotita jara pringosas y aulagas que pinchaban como demonios. Pero que tranquilidad tan grande da saberse guiado por tan fieles compañeros en medio de aquel océano de rocas y espino, mientras yo me decía a mi mismo: “Aquí quisiera yo ver metido a “Berar Grylls, el último superviviente” (sin su equipo de cámaras y el comodín del helicóptero de rescate). Al esfuerzo físico se unía el tremendo esfuerzo psicológico de no dejarse vender por la frustración de querer ganar altura y no poder hundiéndote entre enormes aulagas o viendo como tremendos bloques de rocas que me cerraban el paso, por los que tuve que trepar sin que ya me importar un carajo lo que me pudiera pasar, nos cerraban el paso una y otra vez. Hubo un momento en que nos situamos a poco mas de 150 m de Ilse, pepe y Paco hablando a viva voz con ellos mientras Chuckie llegaba a su posición en un abrir y cerrar de ojos. 
Entre ambos grupos, sólo una profunda cañada nos separaba, con paciencia y dándonos ánimos mutuamente fuimos ganando altura cada uno por nuestro lado, hasta superar la alambrada que se encuentra cercana a la cumbre tras la cual nos reagrupamos, poco después de haber visto la preciosa imagen de unas cabras montesas recortando el horizonte de una loma con el mar de fondo.
Con las últimas luces del atardecer cubrimos el último centenar de metros hasta el vértice geodésico, a través de la pista terriza que tras un día entero de campo través nos pareció una autopista. Una vez hecha la foto de rigor en la cumbre, como algunos cometimos el error de no traer frontales confiados en que la duración de esta travesía sería casi la mitad del tiempo que finalmente nos llevó. Pepe Guerrero y el Doctor Leal frontal en ristre descendieron por la cara nortes a través por el sendero de “Los Realillos” para recuperar los coches, mientras que Ilse, Valentín y yo descendimos por la pista recreándonos bajo el manto de estrellas que parecía que pudiésemos tocar con las manos, hasta las proximidades de Peñas Blancas, donde nos alcanzaron con el coche Paco y Pepe. Finalizando aquí una de las rutas mas duras que recuerdo haber hecho en mi vida, sino la que mas en proporción a la distancia, el desnivel y sobre todo lo agreste del terreno sin un metro de sendero hasta poco antes de alcanzar la cumbre. Todo un referente de los que uno siempre piense, si fuí capaz de hacer aquello...

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