martes, mayo 13, 2014

Del Pelayo a Tarifa, comenzando por el bosque de galería del arroyo Marchenilla

Entorno: Parque Natural del Estrecho (franja litoral Algeciras-Tarifa)
Tipo de Sendero: Lineal, dividido en tres tramos: arroyo Marchenilla- inicio del sendero del cerro del Tambor + La Colada de la Costa
Longitud del Recorrido: 21 km
Duración: 7-8 horas (según paradas)
Desnivel acumulado de subida: 600 m (aunque a primera vista, sobre un mapa no nos cuadre este desnivel de subida, al final de la ruta entenderemos el por qué tras una interminable sucesión de continuas subidas y bajadas a lo largo de toda la línea de costa, subiendo y bajando por pequeños salientes rocosos, al borde de acantilados, pequeñas calitas, numerosas cañadas que llegan al mar, etc…
Desnivel acumulado de bajada: 800 m
Nivel de dificultad: Medio
Punto de Inicio: Venta El Pelayo (junto a la venta El Pavo Real), Barriada del Pelayo
Finalización: Castillo de Sancho IV o Guzmán El Bueno en las inmediaciones del puerto marítimo de Tarifa.
Bibliografía y mapas: http://dcaminata.wordpress.com,
Fecha de realización y meteorología: sábado 10 de mayo de 2014, temperaturas que rondaron los 27ºC al mediodía con un moderado viento de levante de alcanzó los 30 Km/h. cielos despejados con calima al otro lado del Estrecho, que se fue despejando conforme fue avanzando la tarde.
29 Participantes: Desde Cabra (Córdoba) vino Rafael “El Califa” (con campo base en Sabinillas); Desde Jérez: Yolanda López y Miguel Becerra “El Maestro Jedi”; desde Cádiz: Manuel Limón “Premio Nobel de Senderismo”, Ana Dianez “La Arqueóloga”. Desde la cercana Algeciras: Jose Antonio “Blackmountain”. Desde distintos puntos de la Costa del Sol: Manuel Manzanares “El Cartógrafo de su Majestad”, Carmen “Galadriel” que una vez mas desempeñaron con maestría su función de guías; Paco Castillo“·El Generoso”, Carlos, Fidel “El Senderista Romántico”, Marlem “La Perla de Venezuela”, Oliver, Eduardo “El Padre Carras”, Ilse “La Gacela de la Selva Negra”, Pepe Guerrero “El Maestro Geobotánico”, El Doctor Leal, Paco Jaime “El Marquez de Cáceres”, Eduardo “El Último Samurai”, Romualdo “El Trovador de la Senda”, Maria Jesúsu “La Duquesa de Baqueira Beret”, Rubén Infante, Paco García Batista, Marivi, Miguel Fortes, Antonio y María de Pizarra con su hijo y su novia, un humilde servidor y cronista: Juan Ignacio Amador.
A tener en cuenta:
1º) Al ser una ruta lineal, al llegar al final de ruta debemos coger el autobús de línea que nos lleva desde Tarifa a la barriada del Pelayo o viceversa (da igual el sentido en que hagamos la ruta). Actualmente el horario de salidas por la tarde es: 17.00, 18.45 y el último a las 20.00.
No obstante, para hacer la ruta sin necesidad de estar tan pendiente del reloj, también cabe la posibilidad de dirigirse al comienzo de la jornada al final de ruta previsto, bien Tarifa o bien El Pelayo (si lo hacemos en sentido contrario) y desde allí coger el autobús de línea que nos lleve hasta el punto de inicio para empezar la ruta con la tranquilidad de saber que ya hemos dejado los coches previamente en el final previsto del recorrido.
2º) Para disfrutar de fenómeno geológico del flish de Gibraltar en todo su esplendor, lo suyo es que coincidan la marea baja con la parte central del recorrido o con la segunda mitas, especialmente desde la torre del Guadalmesí hasta Tarifa, que es donde se encuentran los tramos de mayor tamaño, como tuvimos la suerte de poder contemplar nosotros.
He aquí un enlace a la: tabla de mareas de Tarifa.
3º) Otra versión mas corta de esta ruta, pero también interesante y que nos permitiría disfrutar de mayor tiempo para los baños es la que podríamos realizar entre la playa de Getares (al poniente de Algeciras) y la barriada del Pelayo o viceversa. Donde también podemos recrearnos con numerosas especies botánicas autóctonas ó  avistar aves que pasan por esta ruta migratoria tan importante del estrecho. Por este tramo de litoral nos encontramos con varios carteles indicativos además de otros informativos de las especies de aves y plantas que podremos ver durante el recorrido.
4º) LLevar protección solar: gorra, gafas de sol y crema paara echarse al comenzar la ruta y en cada parada que hagamos.
Resumen del itinerario:
Tramo 1, el bosque de galería del arroyo Marchenilla:
Desde la misma venta El Pelayo, abierta desde antes de las 9.00 am, buen punto de encuentro, donde se desayuna bastante bien, aunque nos pareció un poquillo caro teniendo en cuenta estos tiempos de crisis en lo que nos encontramos, siendo en cualquier caso recomendable, llegar con suficiente antelación a la hora a la que se haya quedado para iniciar la caminata.
Dirigimos nuestros pasos hacia un cercano túnel bajo la carretera, que sirve para hacer un cambio de sentido, pues bien, una vez que pasamos bajo ese tunelillo-puente y nos situamos en el lado sur de la carretera que dejaremos a nuestra espalda, mientras avanzamos por una calle con una hilera de farolas en el lado izquierdo, cableado de electricidad a la derecha y a ambos lados chalets con sus muretes de piedra y una gran masa forestal a penas a 200 m de distancia, que delata el frondoso bosque de galería del arroyo Marchenilla con el que vamos a recrearnos en la primera parte del recorrido.
Después de avanzar unos 150 m por esta calle, la abandonamos a nuestra derecha, ya por un tramo terrizo y después de dejar a nuestra derecha una casa de una sola planta, pintada en color amarillo beige, una chumbera y una alambrada quedan en el margen izquierdo del camino por el que debemos avanzar. Y en poco mas de cinco minutos desde la Venta Pelayo, estaremos adentrándonos de llenos en el precioso bosque de galería que envuelve al arroyo Marchenilla y que nada tiene que envidiar la belleza del bosque de galerías de los cercanos ríos de La Miel o Guadalmesí.
Se trata de un pequeño senderito de apenas 200 m paralelo a la orilla norte del arroyo Marchenilla, con algún que otro tramo de barandilla y zonas relativamente dóciles para podernos acercar s u orilla y disfrutar de un entorno mágico, en este bosque de galería de tipo subtropical o laurisilva, que son únicos en Europa, pues los mas cercanos se encuentran en el parque nacional de Garajonay (isla de la Gomera) a mas de 2.000 km de distancia. 
Allí nos encontramos con especies como el laurel, rododendro, avellanillo, durillo, alisos, acebos o helechos que a veces trepan incluso por los troncos de los alcornoques en un claro ejemplo de simbiosis muy frecuente en el parque natural de Los Alcornocales. Un tipo de vegetación que existía en el sur de Europa en la Era Terciaria, pero que en la actualidad solo se da en este parque natural. En nuestro caso nos encontramos incluso con bellos ejemplares de calas en los márgenes de este bellísimo sendero, envuelto en unas sombras casi selváticas, mientras vamos caminando por un auténtico túnel de vegetación, donde a penas consiguen llegar los rayos del Sol, que abandonamos en el momento que cruzamos al otro lado del arroyo por un vado perfectamente preparado a base de grandes bloques de piedra, remontando un escalonado tramo de sendero, con pequeños troncos que hacen las veces de peldaños, mediante los cuales alcanzamos la pista asfaltada que pasa junto al Alojamiento y Centro de Visitantes Huerta Grande, que vamos a dejar a nuestra izquierda, así como un poste con varias balizas indicativas y una casa blanca de una sola planta, a nuestra izquierda, con una placa que reza “Fundación Migres, aves migratorias”. 
A penas unos 50 m mas allá nos encontramos con el cartel que anuncia el inicio del sendero: cerro del Tambor 5,5 Km por donde discurre la primera parte de nuestra ruta.
Tramo 2, del Centro de Visitantes Huerta Grande a la playa de las Arenillas: 
Estos primeros kilómetros discurren por una pista forestal en muy buen estado, de hecho no será raro cruzarnos con numerosos ciclistas ó algún que otro vehículo camino de alguna finca o cortijo, como por ejemplo, el cortijo de La Hoya, que una placa nos anuncia a 3 Km. 
Ni que decir tiene que en plena eclosión de la primavera los márgenes del camino, rebosaban de florecillas como por ejemplo: el rosal silvestre o los gladiolos, además de pequeñas manchas de alcornocal. La pista discurre en suave perfil descendente, flanqueada por torretas eléctricas que profanan una paisaje compuesto por verdes colinas redondeadas, que de momento se interponen entre nosotros y la línea de costa.
Un kilómetro después llegamos a una bifurcación de pistas en “Y”, hacia el ramal de laa derecha nos indican: “cortijo de la Hoya, 2 Km”, pero nosotros tomamos el ramaal de la izquierda, que rápidamente se vuelve a bifurcar en dos, siendo en esta ocasión, el ramal de la derecha, el que debemos tomar. 
Desde ambos márgenes del camino, observaran nuestro discurrir numerosas vacas echadas perezosamente sobre la mullida hierba de estos prados, casi siempre verdes gracias al generoso índice de humedad y pluviometría de la zona del estrecho a lo largo del año, de hecho en esta zona existen muchas fincas privadas dedicadas a la ganadería. 
A penas 600 m después de habernos adentrados por este ramal secundario de pista a la derecha, estaremos atentos al inicio de un sendero que debemos tomar, donde una placa reza: “Recuperación de la vía pecuaria la Marchenilla, como itinerario ecuestre y senderista”.
En dirección SO, en el sentido de la marcha, ya comenzamos a ver algunos lienzos de mar asomando entre las colinas, en un momento dado, una hilera de piedras de gran tamaño sobre el margen izquierdo del camino, nos llamará la atención. 
Según nos comentaba Don Manuel Limón, es posible que hayan sido puestas a modo de vado, para salvar el agua, por esta zona del camino que suele permanecer inundada en época de fuertes lluvias. A nuestra derecha iremos dejando una primera línea de autogeneradores que iremos viendo en otras zonas a lo largo del recorrido.
A nuestra espalda y a nuestra derecha vamos dejando la sierra del Bujeo, la sierra del Algarrobo y en medio el puerto de La Higuera, por donde tuve el honor de pasar en compañía de los Valentín, Carlitos y Pepe Guerrero en junio de 2012, en inolvidable excursión a los Llanos del Juncal, tajo de las Escobas y río Guadalmesí. ¿Quién me iba a decir, que pocos meses después se nos iría el insustituible Valentín “El Rey de la Montaña”?.
El siguiente hito del sendero es un abrevadero, generalmente seco que queda a la derecha, coincidiendo con una bifurcación de senderos. Siendo nuestro ramal a seguir el de la izquierda, que sube en suave pendiente. Poco después llegamos a un collado, a partir del cual el sendero continúa predominantemente en descenso, atravesando unas colinas que nos muestran los restos de un incendio relativamente reciente. Después de dejar a la izquierda del sendero, unas curiosas formaciones rocosas con la presencia del mar, cada vez mas cercana, llegamos a un último collado, donde salvamos un rudimentario paso de tablas de madera, que impide el paso del ganado de una fina a otra, e iniciamos ya un pronunciado descenso hacia la costa. Teniendo a nuestra izquierda unas vistas privilegiadas sobre la ensenada del Tolmo y los restos de la plataforma sobre la que estuvo instalado el fuerte del Tolmo. A lo largo de nuestro descenso hacia la playa de las Arenillas, Don Manuel Limón “Premio Nobel de Senderismo”, gaditano de pro y artífice de la prestigiosa web rutas y fotos (anteriormente conocido como el blog de Manuel), me dio una magnífica charla sobre este lugar y algunos de los hechos mas significativos que aquí ocurrieron. ¡Lástima que mi maltrecha memoria me traiciona con frecuencia!. Según me contaba, mi admirado amigo Manuel: el fuerte del Tolmo, a veces llamado castillo del Tolmo o del Tormo, fue en su día un estratégico fuerte artillado que estuvo activo durante la segunda mitad del siglo XVIII en la defensa de la costa norte del Estrecho de Gibraltar. Concretamente la ensenada de El Tolmo se encuentra situada entre la punta del Guadalmesí y la punta Botijos es un buen punto de fondeo para embarcaciones de mediano tamaño y a su vez una zona fácil de defender desde tierra y con arroyos cercanos que mantienen caudal todo el año. Aunque existen referencias sobre una torre almenada, que existió en esta misma ensenada hasta el S.XVI.
Este fuerte formaba parte del proyecto de fortificación llevado a cabo en los entornos de la bahía de Algeciras como defensa ante las posibles incursiones británicas tras la toma de Gibraltar en 1704  si bien en un principio no formaba parte del diseño original de Jorge Próspero de Verboom que sólo contemplaba la construcción de instalaciones artilleras en la costa de la bahía. Dentro de este proyecto en la década de 1720 debió construirse una primera batería militar provisional en El Tolmo que ya en 1730 contaba con una pequeña guarnición de 1 subteniente y 11 soldados pertenecientes a la compañía de Escopeteros de getares. Esta batería fue destruida por un navío inglés en 1740 cuando el mercante español Galera de Invierno procedente de Algeciras con destino a Ceuta fue interceptado e intentó resguardarse en su muelle.
Tras este incidente y ante las peticiones del gobernador de la ciudad de Ceuta se decidió reconstruir y ampliar el fuerte. El proyecto inicial fue realizado por el ingeniero militar Lorenzo de Solís en 1740 y se terminó de construir en 1741, siendo las obras dirigidas por los alarifes algecireños José de Molina y Francisco de León, y financiadas por la Caja de obras de Ceuta.
El fuerte de El Tolmo estaba situado sobre un promontorio rocoso un que se adentra en el mar en el extremo norte de la ensenada homónima. Poseía dos baluartes en su parte terrestre conectados por una muralla de cuatro metros de altura con una puerta, un foso salvable con un puente levadizo y una empalizada de madera. El resto de la fortificación se hallaba protegida por los propios acantilados de la roca en la que estaba construida incrementados en altura en los flancos más cercanos a los baluartes.

El fuerte mantuvo una guarnición fija, que según para lo que fue diseñada debía constar de un capitán, subalterno, dos sargentos, 4 cabos y 40 hombres de infantería y, un sargento y 14 hombres de artillería desde el momento de su construcción. Entre 1751 y 1755, volvió a albergar al cuerpo de Escopeteros de Getares que tras la destrucción de la batería original se habían trasladado a un cuartel en la ensenada de Getares, Sin embargo, poco tiempo después de su construcción los temporales fueron mermando su estructura y la fortificación fue viéndose insuficientemente guarnecida así que en el año 1800, apenas tenía dos cañones de a 24 y tres de a 18 y un oficial, dos cabos, 8 hombres de infantería y 2 artilleros.
Finalmente en 1810,  durante la guerra de la Independencia española, el cuerpo de zapadores del Reino Unido destruyó el fuerte de la misma manera que hiciera con otras fortificaciones de la zona para evitar que éstos cayeran en manos de las tropas napoleónicas. Los posteriores proyectos de reconstrucción, con un presupuesto aprobado de 350.000 reales en 1821, nunca se llevaron a cabo y las ruinas de la instalación permanecen hoy día a la espera de una restauración que nunca llegará, pues los peores enemigos de España nunca fueron ni las tropas Napoleónicas, ni la temible armada inglesa del Almirante Nilson, sino la propia corona española y nuestros Gobernantes, que hoy, al igual que entonces, no han hecho mas que enriquecerse a sí mismos y llevar el país a la ruina.
No obstante, el fuerte de El Tolmo, siempre podrá presumir de haber servido como modelo ampliamente imitado en posteriores fortificaciones militares, su arquitecto empleó la misma estructura en el fuerte de San Fernando de Cartagena de Indias.
El final de este tramo de descenso que nos deja ya muy cerca de la cala Arenillas, finaliza en un pequeño bosque de galería formado por tremendos ejemplares de acebuches que han llegado a formar un bosque de gañlería y que forman parte del gran bosque de acebuches que debió cubrir estas colinas incendiadas que acabamos de dejar atrás. Aquí hicimos una primera parada de avituallamiento, que nuestro admirable amigo Romualdo “El Trovador de la Senda”, tuvo a bien amenizar disfrazándose de pirata para recitar con gran entonación digna del mejor trovador, la canción del Pirata de Don José Espronceda, publicada e por primera vez en la revista El Artista en 1835, apareciendo de nuevo en Poesías (1840), uno de los máximos exponentes de la poesía del Romanticismo español. Exalta a un pirata como ejemplo de personalidad que vive al margen de la sociedad despreciando las convenciones y los bienes materiales. El protagonista tiene como máximo ideal la libertad. Ensayando todos juntos previamente el estribillo.
Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar rïela,
en la loma gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá en su frente Estambul.
“Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío,
ni tormento, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.
Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.

Que es mi barco mi tesoro…

A la voz de “¡barco viene!”
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar.
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.
En las presas
yo divido
lo cogido
por igual.
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

Que es mi barco mi tesoro…

Sentenciado estoy a muerte.
Yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena
colgaré de alguna entena
quizá en su propio navío.
Y si caigo,
¿qué es la vida?

Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo
como un bravo
sacudí.
Que es mi barco mi tesoro…
Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.
Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.

Que es mi barco mi tesoro
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar”
Al final de tan magnífica interpretación, tuvo a bien regalarme tan magnífico atuendo que ya no me quité hasta el final de la jornada, cuando sorprendí a María (y a los vecinos que me vieron), entrando de esta guisa por casa.
Tramo 3, por la colada de la Costa, de la cala Arenillas hasta Tarifa:
Abandonado ese pequeño bosquete de galería, vadeamos el modesto arroyo Maraber, que viene a desembocar en la cala Arenillas, aunque a pesar de su nombre es bastante pedregosa. 
De hecho, el diminutivo es indicativo de los pocos metros cuadrados de arena que contiene la cala. Y es a partir de aquí donde iniciamos nuestra caminata por la colada de la costa propiamente dicha, un sendero estrecho que aprovecha una vía pecuaria costera y atraviesa los acantilados del frente litoral de Algeciras hacia Tarifa (o viceversa). 
El sendero discurre por pastizales costeros y zonas de matorral bajo sapicados de abundantes florecillas silvestres con algunos endemismos que la hacen muy atractiva para cualquier amante de la botánica, vestigios que hacen visible los efectos de los fuertes vientos del estrecho, si bien en nuestro caso tuvimos la suerte de disfrutar de un moderado viento de levante, que no llegó a superar los 30 Km/h.
La colada de la costa parte desde la misma playa de Guetares en Algeciras, siendo una constante a lo largo de los mas de 14 km de franja litoral que distan la cala de Las Arenillas de Tarifa. Encontrándonos con un perfil ondulante, que asciende y desciende por una larga sucesión de pequeñas colinas, sobre tramos acantilados de modesta altura, pero gran belleza, pasando junto a numerosos restos de fortificaciones, antiguos cuarteles de la guardia civil, bunquers construidos después de la Guerra Civil, fuertes como el del Tolmo construidos antes de la Guerra de la Independencia o incluso el antiguo torreón del Guadalmesí construido en el siglo XVI para la vigilancia y prevención del ataque de los piratas berberiscos. 
En definitiva, esta ruta es a su vez un viaje a lo largo de los últimos cinco siglos de la Historia de España, ¡ah, se me olvidaba! y vestigios de nuestra historia mas reciente, como esos restos de naufragios de desembarcos de pateras, restos de lanchas neumáticas del contrabando de droga a lo largo de esta costa que vista desde el otro lado parece poco menos que la tierra prometida, aunque por desgracia los últimos Gobiernos de la historia reciente de España son quienes nos van a obligar a emigrar a la mayoría de la cada vez mas exprimida clase media.
Y que decir de  un lugar tan privilegiado, para disfrutar en primera línea de ese gran espectáculo geográfico y geológico que es el Estrecho de Gibraltar. Sin lugar a dudas, un lugar de poder, con un magnetismo muy especial, que aunque parezca mentira, se creó hace tan solo unos seis millones de años al separarse los actuales continentes europeo y africano, formándose entonces una descomunal catarata que se estima, llegó a medir 30 km de longitud por 2 km de altura y que tardaría unos 100 años en llenar la cuenca del Mediterráneo hasta que las aguas se nivelaron.
Después de dejar atrás la cala Arenillas, pasamos junto a las ruinas del cortijo de Arenillas, siguiendo en todo momento el angosto, pero bien marcado sendero, donde con frecuencia nos iremos encontrando balizas verdes con las iniciales grabadas de V.P. (vía pecuaria), de las pocas que aún se respetan. No será raro que nos encontremos con ganado, que nos mirará con esa expresión boba y a la vez tierna que les caracteriza, aunque en nuestro caso no fue hasta bien rebasada la torre del Guadalmesí, cuando empezamos a pasar junto a numerosas vacas que en todo momento se mostraron muy mansas, a pesar de que en muchos casos estaban con sus ternerillos.
A quienes nos gusta el senderismo y lo practicamos con frecuencia, caminar por la naturaleza es mucho mas que una terapia, tanto física como espiritual, pero si al aliciente de la naturaleza, le añadimos caminar junto a la inmensidad del Mar, la experiencia se convierte en una experiencia casi metafísica. Tal vez por la influencia de los espacios abiertos, ese horizonte que te hace perder la mirada hacia el Jebel Musa o algún punto de la cordillera del Rif, ese viento de poniente o de levante cargado de oxígeno y de sodio, el mantra hipnótico de las olas o el ir y venir de las poderosas mareas en semanas de luna llena. Estas rutas marineras tienen un encanto muy especial, que llegan al grado de sublime cuando discurren por paisajes tan grandiosos y cargados de historia, nada menos que el punto de unión entre dos mundos tan distintos como África y Europa, el Norte y el Sur.
Al llegar a la torre del Guadalmesí, llamada así por encontrarse justo sobre el acantilado que existe a escasos 50 m al oeste de la desembocadura del río del mismo nombre, y que coincide con un punto intermedio de nuestro itinerario. 
Decidimos hacer aquí una parada de reagrupamiento, que coincidió con una rápida sesión de baño del siempre atrevido Padre Carras en las frías aguas del Atlántico, animándonos el resto a explorar la base del perímetro del acantilado sobre el cual se encuentra la torre, ayudados por una cuerda, donde incluso los menos intrépidos pasamos sin ningún problema, un lugar de gran belleza geológica, donde el batir de las olas ha horadado caprichosas formas en la roca del acantilado, que le dan el aspecto de un coral gigante a cuyos pies tuvimos a bien almorzar, aprovechando el comienzo de la bajamar y la agradable brisa marina que convertía en una delicia disfrutar de un almuerzo de hermandad en tan grata compañía como inverosímil lugar, tan distinto a todo lo que nos rodea en nuestro entorno habitual.
Mientras estábamos almorzando Pepe Guerrero “el Maestro Geobotánico” y Eduardo “el Último Samurái” descubrieron un curioso manantial de agua potable, donde al quitar una ramita que taponaba su orificio de salida, salía un generoso chorro de agua fresca y potable. Curioso manantial casi al nivel del mar.
El caso es que al finalizar el almuerzo, volviendo a rodear la base del acantilado por donde habíamos llegado y subiendo la calzada empedrada llegábamos a la atalaya donde se encuentra la estratégica torre del Guadalmesí, lugar donde el Maestro Don Manuel Limón tuvo a bien darnos una pequeña, pero interesantísima charla histórico-geológica a todos los que tuvimos la suerte de estar en aquel momento con él.
Resulta que: la torre de Guadalmesí fue construida en tiempos de Felipe II, en el s.XVI, para servir de enlace entre Tarifa y la Torre del Fraile en el sistema defensivo y de alerta creado para la lucha contra los piratas berberiscos y otros piratas que tenían marcado en sus mapas el  arroyo de Guadalmesí como un magnífico lugar para abastecerse de agua potable  incluso en verano (quien sabe si en la misma fuentecilla que habían redescubierto pepe y Eduardo). 
Como reza el maltrecho panel informativo junto a la torre, su función principal venía dada por su ubicación junto a la desembocadura del río Guadalmesí. Por lo que se ve, este río era de los pocos en el Estrecho, que permitían a los barcos proveerse de agua dulce en época estival, y claro, había que evitar que los piratas llenaran sus bodegas, puede que en este mismo lugar naciera la famosa expresión que dice: “al enemigo ni agua”.
Aprovechando que a unos 200 m al ESTE, de la torre de Guadalmesí, tenemos una vistas privilegiadas de esas formaciones geológicas tan características de este tramo costero, Don Manuel Limón nos estuvo explicando que lo que teníamos ante nosotros era una plataforma de abrasión y formaciones de flysch que se repiten de forma intermitente a lo largo de la ruta en esas zonas intermareales, consecuencia de un ambiente tectónicamente activo a partir del Mioceno inferior, que produjo estratificaciones rítmicas por procesos de plegamiento, levantamiento y traslado de materiales. La grandiosidad de estos fenómenos hace que el sendero esconda a su paso multitud de curiosidades en las rocas litorales, no sólo en las que vemos en el agua, sino sobre las mismas rocas junto a las que vamos caminando.
Estas plataformas de abrasión de han originado a través de secuencias turbidíticas que pertenecen a la Unidad Geológica del Estrecho de Gibraltar y que se han formado a través de corrientes de turbidez que hacen que se depositen areniscas, arcillas, calizas y margas, de manera que se van alternando capa dura (calizas y margas), capa blanda (arcillas y arenisca), capa dura, capa blanda y así sucesivamente. 
Antaño, entre las leyendas populares de la gente de Tarifa, se pensaba que estas formaciones geológicas eran antiquísimos caminos empedrados, y es que realmente se prestan a dejar volar la imaginación como nuestro amigo Paco Batista, que mencionó en varias ocasiones, aquello de que parecían numerosas vías de tren en paralelo, cual andenes de una gran estación.
Aunque estas formaciones nos la vamos encontrando de forma intermitente a lo largo del recorrido, es en los tramos mas próximos a Tarifa, es a la altura de Los Parentones, desde donde podemos contemplar los tramos mas grandes (en la imagen de abajo). 
Si bien se considera, que de toda la costa gaditana,  Punta Carnero y Getares, en la Bahía de Algeciras, albergan los mejores afloramientos de secuencias turbidíticas pertenecientes a la Unidad de Algeciras del Complejo del Campo de Gibraltar. Las variaciones que experimenta el nivel del mar en este sector (costa mesomareal, con oscilaciones inferiores a 2,5 m) permiten dejar emergente la plataforma de abrasión de forma discontinua. En ella se pueden reconocer estratos casi verticales, numerosas estructuras sedimentarias asociadas a depósitos turbidíticos y rasgos estructurales (pliegues y fallas de gran escala). Prácticamente idénticas a las que nos encontramos en la ruta geológica de la costa occidental de Guipuzcoa entre las localidades de Zumaia, Mutriku y Deba, altamente recomendables, para cualquier amante del senderismo o la Naturaleza, que visite Euskadi. 
(En la imagen de abajo podemos contemplar en flysh de Zumaia, en la costa occidental de Guipuzkoa).
 Tras esta magnífica charla geológica, retomamos la marcha y no sería ya hasta el final de los 3 km de pista 
que van de la torre de Guadalmesí hasta Punta Oliveros, donde enlazamos con el grueso del grupo, que había realizado una parada técnica de reagrupamiento. 
Continuando ya todos juntos, a partir de la zona conocida como los Parentones, desde donde estuvimos apreciando los mejores ejemplos de plataformas de abrasión, que se suceden unas a otras hasta llegar a Tarifa. Según el decreto 146/98, estos parentones están reconocidos como espacios naturales costeros de extraordinario interés. En ellos sobreviven moluscos endémicos sólo del Estrecho de Gibraltar, como pueden ser el Cassiella abylensis y el Nassarius tingitanus.
En caso de habernos encontrado con la marea aún mas baja, tal vez hubiésemos caminado algún que otro kilómetro sobre estas plataformas tan curiosas, por las que en cualquier caso no conviene confiarse ya que al ser roca, estar mojadas y con frecuencia cubiertas de una fina capa de algas, suele ser terreno muy resbaladizo. Por lo que en nuestro caso, nos mantuvimos todo el tiempo por el sendero de la Colada de la Costa, donde de vez en cuando, se cruzaron ante nosotros, lagartos ocelados de gran tamaño, que huían, tímidos, ante nuestra presencia.
A la altura de la Punta Tres Hermanas, ya se hacen bien visible: la punta de isla Palomas, su faro y las primeras estribaciones del puerto de Tarifa, hacia el que se dirigía un espectacular “Fast Ferry”, uno de esos gigantescos catamaranes que en tiempo record cubren el trecho que va de Tarifa a Tánger, cuyas grúas portuarias se ven con sorprendente nitidez al otro lado del Estrecho.
Un kilómetro antes de llegar a la estratégica localidad de Tarifa, a la altura de punta Camorro, el sendero salva un pequeño arroyo tras el cual remontamos un tramo escalonado entre abundantes ejemplares de pitas, donde salvamos unos 40 m de desnivel ascendente, en un palmo de terreno, que requiere de un último esfuerzo extra, en el tramo final de la caminata. 
Encontrándonos aquí con que la vía pecuaria queda cortada por una cancela de hierro, tras la cual se da la gran paradoja de encontrarnos con una baliza de V.P. (vía pecuaria) y sobre ella una tablilla de madera, recordándonos que es propiedad particular. Otro suma y sigue, en esta España de listillos y sinvergüenzas que se adueñan de los caminos públicos, ante la increíble parsimonia de las autoridades, tal vez distraídas en otros trinques y mangoneos, de los que la mayoría de nuestros políticos y gobernantes han hecho su señal identidad y su forma de vida.


 El último kilómetro hasta llegar a los pies de las murallas de Tarifa, lo hacemos a través de un sendero flanqueado de abundante cañaveral.
Como llegamos con tiempo de sobra para coger el autobús de las 18.45, atravesamos las calles de esta histórica localidad, recreándonos sin prisas en la iglesia de San Mateo y en el castillo de Guzmán el bueno, donde nuestro guía Don Manuel Manzanares “El Cartógrafo de su Majestad”  nos recordó que: hubo tiempos duros en los que no existían los paraísos fiscales y la gente tenía que valerse de mil artimañas para poder poner su dinero a salvo. En la segunda mitad del siglo XIII, Alonso Guzmán El Bueno había hecho fortuna al servicio de los sultanes de Marruecos, pero no podía llevarse el oro al otro lado del Estrecho. Así que tuvo que pactar un divorcio ficticio con su mujer para que esta se llevara una parte y, más tarde, esconder en un cargamento de higos miles de monedas de oro. 
Tal y como podemos leer en algunos de los pasajes que recrea Antonio Torremocha en su novela Guzmán el Bueno. Una vida de leyenda (Edit. Almed). Un caso más de un personaje histórico que, de haber sido estadounidense, ya habría sido protagonista de más de una superproducción. "En Tarifa es un personaje muy famoso por haber lanzado un cuchillo a los musulmanes, que asediaban la ciudad, para que mataran a su hijo preso porqué él no iba a rendir la plaza". 
Un personaje de leyenda que amasó la inmensa fortuna de la casa Medina-Sidonia.
Alonso Guzmán El Bueno nació en León, en el año 1256, de los amores extramatrimoniales de su padre, el caballero Pedro de Guzmán, con una noble dama del linaje de los Castro, lo que le apartaba de la legítima herencia y de los títulos nobiliarios. Así que, con el ingrediente hollywoodiense del hombre que debe hacerse a sí mismo y luchar contra las circunstancias adversas, Guzmán consiguió prosperar hasta hacerse inmensamente rico a las órdenes de los reyes marroquíes, "con lo que pudo comprar los territorios que iban desde el Guadiana hasta Tarifa, además de parte de Sevilla, Cádiz o Huelva". 
Ya en España se puso al servicio del rey Sancho IV y, en Tarifa como alcaide, fue cuando aconteció el famoso episodio del puñal. "Después de este hecho adquirió más fama y el rey le dio el título de El Bueno, además de otorgarle la pesca de la almadraba desde Huelva a Tarifa, una gran riqueza económica en su tiempo", que favoreció el origen de la fortuna de la casa de Medina-Sidonia que desciende de Alonso Pérez de Guzmán. 
En este sentido, esta casa nobiliaria empieza con su bisnieto, cuando Enrique II le otorga el título de duque. Pero todo el poder económico lo forjó su antepasado, tanto que ha llegado hasta nuestros días con la fallecida Duquesa Roja, "quien escribió incluso un artículo diciendo que Guzmán El Bueno era hijo de una mora". En la actualidad, el título lo ostenta un profesor de Historia Económica en la Universidad de Castilla la Mancha, quien presentó precisamente la novela en Tarifa. "La casa ha perdido el poder económico que tuvo, mientras que los Alba siguen teniendo empresas y amplios territorios”. 
Otra de las peculiaridades de la vida de Alonso Guzmán El Bueno es su semejanza con la figura de El Cid Campeador, enemistad con el rey y vida mercenaria junto a los moros incluida. "En este caso se enfadó con el rey Alfonso X El Sabio porque era el hijo de una amante de su padre, alguien sin derechos y sin futuro en la dinastía familiar. Así que, una vez en Sevilla, el rey preguntó quién había ganado un torneo, y un hermano de Guzmán El Bueno exclamó: 'Mi hermano de ganancia', lo que viene a ser hoy en día como decir el hijo de puta de mi hermano". 
Él oyó esta expresión y se quejó a Alfonso X por permitir que en su presencia se le llamara así y a continuación se hizo vasallo del sultán de Marruecos. "No sabemos si esto fue una excusa porque allí había unas posibilidades de enriquecimiento que no había en Castilla", señala sobre un personaje que se convirtió en el capitán de las milicias cristianas del sultán y llegó a acumular en su casa de Fez más de 300.000 monedas de oro. "Pero el sultán sólo le permitía invertir en Marruecos, para evitar fuga de capitales, porque no era tonto y ya los españoles tenían fama de evasión de capitales y eludir el fisco", intentando trasladar sus riquezas a la Península Ibérica. 
Ya en Castilla, Sancho IV estaba en graves apuros económicos por su guerra con los nazaríes y Guzmán El Bueno prestó grandes sumas al rey. "Fue inteligente y fue comprándose los favores de los monarcas, un dinero que no recuperaría pero a cambio consiguió los derechos de la pesca de almadraba, con lo que consiguió mucho más dinero del que había prestado". De hecho existe un documento del siglo XVII en el que se detalla que en esa temporada se había capturado más de 500.000 atunes, un dato abrumador teniendo en cuenta que "hoy en día se pescan unos 500 o 600 al año". 
Así que su periplo mercenario no le pasó factura "porque en aquella época la lucha entre cristianos y musulmanes no era por causas religiosas, era por intereses económicos", por lo que el sultán de Marruecos tenía que guerrear con otros reyes africanos y contrataba a guerreros de Castilla, Portugal, Aragón... "Eran mesnadas como las del Cid Campeador y había más de mil cristianos al servicio de Marruecos, siempre con la condición de pelear contra otras tribus y nunca contra cristianos".
Tras esta interesante charla, dirigimos nuestros pasos hasta los bares cercanos a la estación, donde estuvimos dándonos un homenaje en distendida charla, por gentileza de Paco “El Generoso” hasta que llegó la hora de coger el autobús de línea que con puntualidad suiza, llegó a la estación, para devolvernos a la barriada del Pelayo, donde algunos demoramos nuestra despedida, en la Venta El Pelayo, esta vez por gentileza de Carlos, que también hizo méritos sobrados, para ser convocados en próximas salidas. Despidiéndonos una vez mas con la sensación compartida de haber disfrutado de una jornada magnífica de senderismo, en ese paisaje grandioso que es el Estrecho de Gibraltar, rebosante de luz, color, historia y la infinita belleza del Mar y concretamente la franja de costa del Estrecho.
En la imagen de arriba el Jebel Musa, al otro lado del estrecho visto desde la punta del Santo (Tarifa).

4 comentarios :

  1. Eduardo Campos1:14 p. m.

    Ya me gustaría a mí que mis muchachos se empaparan de la mitad de la Geología que cuentas aquí. Creo que es la plataforma de abrasión más grande que he visto

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  2. sublime es esta cronica, al igual que la ruta marinera realizada. Una vez mas, el que no fue se lo perdió!
    Que grande eres Juani...

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  3. Anónimo10:15 a. m.

    Felicidades! Desde luego no se puede ir andando más al sur de la Península. La información geológica e historica muy interesante e ilustrativa. Gracias por compartir. Un saludo

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  4. Fernando Diaz (El guepardo Lagunilla)11:43 p. m.

    Grandioso reportaje Juani, lamentablemente no pude ir pero me has hecho vivir la ruta y adquirir nuevos conocimientos. Un Abrazo

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