sábado, diciembre 26, 2015

Benaocaz, Caillo, Navazo Alto, Casa del Dornajo, Puerto de Don Fernando, Arroyo Pajaruco,Benaocaz


Cómo llegar al punto de encuentro:   
Para los que vienen de la costa, tomando como referencia la ciudad de Ronda, continuaremos por la A-374 hasta llegar al desvío hacia Grazalema por la A-372. Una vez pasado el Hotel los Alamillos, antes de llegar a Grazalema,  giramos en el siguiente cruce a la izquierda por la A-2302 hacia Villaluenga del Rosario y Benaocaz
 Para los que vienen del entorno de Sevilla, tomar la N-IV y A-371 hacia los Palacios o la A-375 hacia Utrera hasta llegar a Villamartín. Luego continuar por la A-373 hacia Ubrique y pasado el km 28 tomar el desvío hacia Benaocaz por la A-2302.
 Entrar a Benaocaz.en el Km 14,100 de la A-2302 por la Avda. María Cristina hasta la calle de las Albinas.
Benaocaz:

Existen vestigios de presencia humana desde la prehistoria (Sima de la Veredilla, VI Milenio a.C.) y luego se atestigua presencia ibérica y romana. De esa época es la calzada que comunica Benaocaz con Ubrique, de las pocas que se conservan en la zona.

Como aldea la fundaron los árabes en el año 715 y fue tomada para los cristianos en 1485 por Rodrigo Ponde de León, que también conquistó Archite, Ubrique, Grazalema y Villaluenga del Rosario. Durante el final del periodo nazarí se desarrolló un clima de convivencia fronteriza entre musulmanes y cristianos de ambos lados de la raya. Fue en noviembre de 1481 cuando comenzaron una serie de sucesos bélicos que terminaron con la conquista de la zona a manos de D. Rodrigo Ponce de León en 1485. En 1490 pasó a ser propiedad de este mismo noble dentro del señorío de Villaluenga que le otorgaran Isabel La Católica y Fernando de Aragón, y dos años mas tarde: le otorgan las Siete Villas de esta serranía.Fue en 1501 cuando comenzó la repoblación, que repercutió en la consolidación del actual poblamiento,
Conserva los restos del barrio nazarí con su antiguo empedrado y ha sido declarado conjunto histórico. Parte de su término se ubica dentro de la zona sur del parque natural Sierra de Grazalema. Declarada Conjunto Histórico, la mejor manera de conocerla es pasear por las estrechas y laberínticas calles del Barrio Nazarí, que conservan su antiguo empedrado en espinas, flanqueadas por casas encaladas con coloridos parterres. Este sabor árabe que impregna el barrio alto de esta localidad, contrasta con la austeridad de las casas señoriales dieciochescas. Aunque de fundación árabe, son numerosos los restos prehistóricos como los de la Sima de la Veredilla y las Cuevas de la Manga. Visitando, además, el Museo Histórico de la Sierra de Cádiz, el visitante podrá sumergirse plenamente en el devenir histórico de esta villa serrana. Otros monumentos relevantes son el Castillo de Aznalmara (ss. XIII-XIV), la Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol, las ermitas del Calvario y San Blas, el Abrevadero, la Fuente Pública y el Ayuntamiento.
FICHA DE RUTA:
Distancia aprox. :: 16,5 km 
Tiempo aprox. 7 horas 
Nivel dificultad: medio-alto (debido al continuo sube y baja de la ruta con tramos de abundante lapìaz, característico de esta Sierra).
Tipo suelo: 95% Sendero terrizo y pedregoso.
Tipo de recorrido: circular
Punto de partida: Benaocaz (800 m. aprox.) 
Punto mas elevado: Cima del Caillo o Navazo Alto (1.395 m) 
Mapa, bibliografía y fotografías: Archivos de nuestro Premio Nobel de Senderismo “Don Manuel Limón”.
Participantes: Jose Manuel y Marita, Inma Balbastre, Inma Castillejo, Paco Leal
Manuel Luna, Paco Castillo, Rafael García, Cristina Piqueras, Miguel Fortes, Mari Carmen López, Sonia Castro, Margarita Van Goor, Rafael “El Retorno de Elvis”, Paqui Bravo, su hijo Rafa (junior), Alena, Miguel Angél, Luciana. Invitados por los guías/coordinadores: Gabriel, Ana Mª, Juan Antonio Mena y Vicky.
Como guías y anfitrines de lujo: Manuel Limón y Ana Dianéz
Recomendaciones: 
Botas de montaña o trekking (no zapatillas deportivas). Linterna frontal (pors si las moscas nunca está de mas, al igual que un chubasquero fino en el fondo de la mochila durante toda la temporada).
Llevar aguar suficiente. Hay dos fuentes en el recorrido, pero debido a la escasez de lluvias quizás estén secas.
Si la ruta se realiza en época de lluvias hay que tener en cuenta que en el parque natural Sierra de Grazalema hay muchas zonas propensas a convertirse en barrizal, siendo recomendable el uso de polainas y calzado e incluso calcetines y pantalones extras, para cambiarnos al llegar a los coches. 

Breve descripción del itinerario:
Una vez reunidos en el punto de encuentro iniciamos la caminaata en la zona de Las Albinas, dejando a la derecha el camino que sube a La Ermita, siempre en permanente ascensión pero con pendiente relativamente suave al principio. Los lirios de intenso color morado van adornando aquí y allá ambos márgenes del camino, mientras vamos dejando a nuestra espalda cada vez mas abajo la localidad de Benaocáz y nos vamos acercando a la base de los tajos que forma la imponente mole del Caillo en su prolongación hacia el sur.
Dos de los hitos mas emblemáticos del camino nos lo encontramos inmediatamente después de dejar a nuestra izquierda el depósito de agua quee se encuentra protegido por una alambrada, de manera que una vez que nos adentramos en el pedregoso y serpenteante sendero vamos a dejar a nuestra izquierda en a penas 100 m de recorrido: el depósito de agua que suministra a la localidad de Benaocaz, el curioso colmillo calizo conocido como "La Aguja del Cao" y un "aprisco" o corral aprovechando por igual el roquedo del terreno y los muretes de piedra para comkpletar su perímetro.

Aunque en los 3 km iniciales de ruta se superan nada menos que 600 m entre la localidad de Benaocaz y el Caillo, se trata de una subida muy agradecida, porque los tramos de pendiente mas fuerte no sólo se salvan a través de un pedregoso sendero muy escalonado en zig-zags, sino que además al discurrir junto a los tajos de la vertiente norte vamos, el esfuerzo se mitiga con la sombra que nos protege, la espectaculariudad del entorno telúrico que nos envuelve y  la belleza del paisaje de transición que vamos dejando a nuestra espalda con Benaocaz, cada vez mas abajo.

El primer tramo de ascxensión junto a la base de los tajos, a veces con tramos de calzada empedrada, finaliza con una angarilla ("el último cierra y apaga la luz"). Y continuamos la subida, de forma mas tendida, a través de un paisaje que combina paisaje de dehesa con algunas encinas y quejigos dispersos, con abundante lapiaz de perfil redondeado que vamos salvando a través de senderos de ganado, regularmente marcado por el paso de los senderistas.
El segundo tramo de ascensión donde hemos ido caminando en compañía de algunas encinas y quejigos, finaliza ya en zona de antecumbre, encontrándonos con un pequeño pradito, a la altura de un pequeño tajillo, que forma parte ya de laa misma cumbre, a los pies de este tajillo, a nuestra derecha, observamos la entrada de la sima del Jaramago, donde nos hicimos otra foto de grupo.
Reiniciada la marcha desde la sima del Jaramago, en poco mas de cinco minutos ya estábamos junto al vértice geodésico del Caíllo, también conocido como Navazo de Villaluenga, Navazo Alto ó pico Bandera durante aaños pintado con los colores de la bandera republicana y últimamente repintado con los colores de bandera andaluza o la constitucional, según la tendencia política de los pintores en cuestión. Un dato anecdótico, pero también absurdo en cuanto a las connotaciones políticas o históricas, que no debería distraernos lo mas mínimo, para disfrutar de las espectaculares vistas que podemos disfrutar desde esta cumbre, cuyas vistas y principales hitos geológicos, 360º a la redonda, fueron explicados con gran detalle y exactitud desde las montañas y valles mas próximos hasta los mas lejanos por nuestro guía y anfitrión de lujo, Don Manuel Limón, destacando al ESTE: Los LLanos del Republicano con Villanueva del Rosario a nuestros pies, La Sierra de Líbar y por encima La Sierra de las Nieves, al SURESTE: La Sierra de Los Pinos y Sierra Berbeja; al SUR: El Picacho y el Aljibe, como sumbres mas representativas de Los Alcornocales; al SUROESTE: la Sierra de la Silla, tras la cual se oculta la localidad de Ubrique. Al OESTE: Toda la zona de transición de onduladas colinas entre la Sierra de Grazalema y la campiña gaditana dsitinguiendo las localidades de: Bornos, Prado del Rey, Arcos de la Frontera, etc...y gran parte del recorrido que teníamos previsto hacer con la Cañada Real del puerto de Los Navazos a Campobuche a nuestros pies. Y al NBORTE: La cercana Sierra del Endrinal, presidida por las cumbres gemelas del Reloj y el Simancón y a su izquierda la omnipresente crestería de la Sierra del Pinar, que serán nuestro telón de fondo durante gran parte de la ruta.
Tras la sesión de fotos y memorablee exposición de toponimia, geografía y geología por parte de Don Manuel Limón, explicando el origen de  las dolinas, poljes, lapiaces, sumideros, simas, etc.   iniciamos el escalonado descenso hacia el Navazo Alto, magnífico ejemplo de poldje de manual tal y como se puede apreciar en la imagen de abajo.
Sobre estas lineal el que nuestro guía calificó como: semi-polje del Navazo Alto, que comparte su nombre con el de la cima. Cruzaremos su extensa pradera salpicada de espinos majoletos que han adoptado la forma de tipis indios debido al ramoneo del ganado, mientras dejábamos la mole caliza del Caillo a nuestra espalda, como se puede apreciar en la imagen de abajo.  
A continuación, dejando a un lado el Navazo Hondo, descenderemos hacia el Navazo Llano, de parecidas características que el anterior para luego ascender al Puerto de la Víbora, lugar de transición ente la Sierra del Endrinal y la Sierra del Caíllo. 
Nuestro siguiente hito será el entorno de la Casa Fárdela y su fuente de Nueve Pilas.  


Dejando a un lado la Cuesta de Fardela que sube hasta los Navazuelos Fríos nos encaminamos hacia las ruinas de la Casa del Dornajo frecuentada por las vacas que pacen plácidamente en esa finca, prolongando la caminata unos 150 m mas allá hasta su quejigo bicentenario, incluido en el catálogo de árboles singulares de Andalucía, bajo cuya sombra estuvimos almorzando.


Finalizado el almuerzo regresamos sobre nuestros pasos hasta la cercana casa del Dornajo, pasando con prucencia junto a varias vacas, y tomando como referencia el sendero de cabras que en escalonado descenso nos lleva desde la parte de atras de las ruinas,  hacia un encajonado valle hacia el Encinarejo, mal llamado Pinarejo en los mapas, donde a través de un collado existente en las ultimas estribaciones de Jauletas, vamos descendiendo por un precioso bosque de encinas y quejigos, donde matagallos y retamas predominan entre el abundante lapiaz que de vez en cuando nos obliga a usar las manos para realizar algún escalón de algo mas de un metro de corta trepada o destrepe, a veces entre pasillos encajonados, donde el conocimiento de la zona o el uso del GPS es fundamental para no perderse pues la senda está poco marcada, afrontando pequeños tramos campo través por donde se supone que en su día pasaba una vereda, como recompensa pasamos junto a encinas y quejigos centenarios, además de formaciones kársticas de lo mas curiosa, tal y como se puede apreciar en las imágenes de abajo.
Hasta que después de saltar una alambrada y encaarar una corta ascensión, llegamos a un terreno mas alomado desde el que accedimos a los LLanos de Don Fernando, por el que transcurría un antiguo camino que conectaba las poblaciones de Benaocaz y Grazalema y que actualmente forma parte del sendero Benaocaz-Salto del Cabrero. Si hubiéramos llegado a este punto con al menos dos horas de sol, habría merecido la pena de acercarse hasta el balcón natural que da vistas al interior del Salto del Cabrero, pero llegamos a este gigantesco prado denominado LLanos de Don Fernando, por el extremo opuesto al Salto del Cabrero, y como ya quedaba poco mas de una hora de luz, nuestro guía estimó con buen criterio que lo mas prudente era ya, encaminar nuestros pasos hacia Benaocaz.


Atravesamos los LLanos de Don Fernando, dedicados principalmente a la ganadería porcina y vacuna, pasando junto a un pequeño caserío formado por tres casitas previsiblemente para ser habitadas por los pastores y junto a ellas, el clásico aljibe serrano, reserva de agua de lluvia para el ganado. La cal de las paredes servía para mantener su agua libre de elementos patógenos.

Esta llanura está presidida por una encina centenaria en su parte central conocida localmente como “La Alcahueta”, de porte relativamente modesto, pero antaño, de gran importancia para los vecinos de Benaocaz, pues tomando como referencia el tamaño y la calidad de sus primeras bellotas, servía de fiel referencia para saber cómo iba a ser cada año la producción de bellotas y alrededor de esta encina, se aforaba la montanera de la finca, de ahí que esté registrada dentro del catálogo de árboles singulares de Andalucía.

 Los que íbamos en la parte delantera del grupo no nos dimos cuenta que Manuel Limón se había quedado daando unas explicaciones históricas y etnográficas junto al aljibe de las casas de Los Llanos de Don Fernando.
E iniciamos el descenso, siguiendo un sendero del ganado que poco a poco descendía a través de un corredor cada vez mas encajonado, dejando mas adelante a nuestra derecha un bonito tajo, al otro lado del cual, discurre el teórico sendero oficial: Benaocaz Salto del Cabrero, por donde descensía el resto del grupo, disfrutando en ambos caasos de una preciosa vista sobre el Caillo y todo su cordal sur iluminado por los últimos rayos dee sol de la tarde con Benaocaz a sus pies.

 Una vez que finalizamos el pronunciado descenso por el enorme pedregal, nos supo a gloria volver a caminar por el dócil terreno de dehesa, siendo el penúltimo hito del camino el bucólico puente de piedra que salva la cuencaa del arroyo Pajaruco, que como la mayoría de arroyos qquee pertenecen a sierras calizas, solo lleva agua en época de lluvias abundantes.
LLegando a Benaocaz con las últimas luces del atardeecer, tomamos la primera calle a la izquierda para dirigirmnos a su barrio alto, donde se encuentran las ruinas del denominado Barrio Nazarí del que disfrutamos bajo la tenue luz del atardecer, como guinda del pastel de una ruta preciosa muy didactica, paisajísticaa, de perfil muy entretenido, no apta para peersonas sin un nivel físico medianamente bueno y cargaada de historia. Imprescindible para toddo buen amante del senderismo en Andalucía y de la zona sur del parque natural Sierra de Grazalema.

viernes, diciembre 18, 2015

Monte Hacho de Loja y monumento natural de Los Infiernos Altos (río Genil)

Pueblo de referencia: Loja. Se estima que el primer asentamiento humano se estableció como poblado, en esta localidad en el siglo IX a.C. (periodo histórico de la Edad del Bronce), los testimonios de esta época descansan bajo los cimientos de la Alcazaba. Este periodo finalizaría en el siglo VII aC.

Bajo el dominio del pueblo fenicio, que empieza en el siglo VII aC, aquel poblado se conocería con el mítico nombre de Tricolia.
La ciudad pasaría después por el periodo Ibero y Romano, pero aún no poseía una verdadera dimensión urbana. El florecimiento de Loja vendría de manos del Islam, donde con el nombre de Medina Lawsa alcanza el relieve de ciudad en la frontera del reino nazarí granadino, envuelta en diversos contubernios militares y religiosos. Fue conquistada y destruida por Fernando III el Santo en el año 1225. El rey moro Boabdil se rindió a Fernando el Católico entregándola en 1482 después de numerosos asedios de las tropas cristianas, quebrándose así el último gran escollo hacia la conquista de Granada que dio como resultado el fin del dominio islámico en la Península Ibérica. En aquél tiempo ya poseía Loja el perfil urbano que aun hoy contemplamos en barrios como el de la Alcazaba, así como su máxima relevancia político y militar.
Ya en siglos posteriores destacan algunos personajes históricos como: Gonzalo Fernández de Córdoba conocido como El Gran Capitán, que fue Alcaide de Loja, o Rafael Pérez del Álamo, que protagonizó un tormentoso levantamiento revolucionario a mitad del siglo XIX al frente de un buen número de lojeños, o el General Narvaez, apodado Espadón de Loja, primer ministro de la nación, famoso por manejar con mano de hierro el gobierno de Isabel II.

El municipio de Loja con sus más de 450 km2, alberga un territorio diverso en paisaje. Montañas como el Monte Hacho a cuyos pies se encuentra, el cerro Corona o la sierra que lleva su nombre, al otro lado de la A-92 que se extiende hasta los Llanos de Zafarraya (al sur de su extenso término municipal), así como sus riberas, sotos, ríos y campos, constituyen un mosaico natural y cultural que conforman la estructura de esta interesante localidad granadina. Estos paisajes además albergan una rica diversidad viva, formada por multitud de especies de plantas y animales que encuentran aquí, en Loja, un lugar ideal para vivir y acompañarnos en el devenir cotidiano. No hay que olvidar las formidables estructuras y formaciones geológicas con las que la creación regaló a este trozo del Poniente Granadino: sierras kársticas, meandros, barrancos, arroyos, vegas etc.…

Escudo heráldico en forma de elipse. Cortado, el primero en un campo de azur un puente alomado de oro sumado de un castillo dorado. En jefe y por timbre del castillo una cadena de la que pende una llave dorada y el lema Loxa Flor entre espinas. A diestra y siniestra sendos montículos escarpados de plata. En el segundo el río Genil de su color natural. Timbrado con corona real cerrada y rodeado del collar de la Orden del Toisón de oro.


Cómo llegar al Frontil en Loja: Si venimos desde Antequera (o Las Pedrizas) al acercarnos a Loja por la A-92, la tendencia natural es tomar la Salida 187-188, que es la que se encuentra cerca de la Estación de Servicio LOS ABADES. Sin embargo, debemos ignorar esta salida y continuar 5 km mas dirección Granada, mientras vamos contemplando en todo momento Loja a nuestra izquierda recostada a los pies del Monte Hacho, tomando la Salida 193, por la que accedemos mucho más rápido a su casco urbano que atravesaremos por la antigua nacional que pasaba por el centro del pueblo. Cruzando el río Genil por uno de sus puentes principales y manteniéndonos en todo momento por la carretera principal que ahora comienza a girar a la derecha, es la A-4154, hasta que llegamos a la barriada conocida como El FRONTIL, donde veremos una venta del mismo nombre a la izquierda de la carretera por la que vamos. Dejando nuestros vehículos en el aparcamiento al que accedemos descendiendo una rampa asfaltada que se encuentra justo en frente de dicha venta (situada cerca del extremo nororiental del caso urbano de Loja)
Distancia aprox.16 km 
Desnivel acumulado subida 750 m
Punto de partida:
Aparcamiento situado entre el laguito del Frontil y la Venta del mismo nombre, donde también se puede almorzar después de bajar del monte Hacho y si apetece completar la jornada visitando el paraje de Los Infiernos Altos del río Genil.
Cortijo de Quejigales (1.261 msnm)
Punto mas elevado: Monte hacho de Loja (1.024 msnm)
Nivel dificultad: Medio
Tipo suelo: 20% pista asfaltada o calles del pueblo de Loja, 30% pista terriza, 20% campo través o senderos de ganado y 30% sendero bien definido.
Tipo de recorrido: circular en sentido inverso a las agujas del reloj.
Mapa: Archivos Secretos de Don manuel Manzanares “El Cartógrafo de su Majestad”.
Fecha de realización: sábado 12 de diciembre de 2015. Temperatura casi primaveral y cielos despejados durante la mayor parte del día.
Unos 30 participantes: entre los que se encontraban numerosos senderistas de leyenda, el Médico y el cura del club, seis miembros de su Junta Directiva, un buen ramillete de nuevos fichajes que transmitieron muy buenas sensaciones, nuestros más prestigiosos fotógrafos. Guiados por Don Manuel Manzanares “El Cartógrafo de su Majestad” y Carmen Cabello”Galadriel”.
A tener en cuenta:
La ruta que describimos a continuación se puede plantear bien únicamente como una ruta de montaña ascendiendo al Hacho, tal cual. Bien en su tramo urbano y paraje de Los Infiernos Altos como ruta cultural, etnográfica y paisajística o bien ambas a la vez tal y como hicimos nosotros.
Breve descripción de la ruta:

Partimos de lo que en tiempos de ocupación musulmana era alquería de El Frontil, hoy barrio periférico del extremo nororiental de la localidad de Loja. Este barrio se ubicaba en torno a tres unidades geográficas bien contrastadas: al norte la sierra del Hacho de fuertes pendientes, que es nuestro objetivo, con suelo poco desarrollado y pobre que permitía un casi nulo aprovechamiento; a sus pies se desarrollaba una suave y continuada pendiente que permitía el desarrollo de un suelo más profundo y por lo tanto su aprovechamiento para el cultivo; y por último, gracias a las surgencias del macizo calizo del monte Hacho existe un precioso nacimiento que dejamos a nuestra derecha al inicio del recorrido, a partir del cual discurre el arroyo del Frontil,  homónimo con la alquería, que permitió el desarrollo de una llanura aluvial a partir de la cual se articuló el poblamiento que hoy es barrio periférico de la ciudad, que también alberga una famosa piscifactoría.


 Una vez que dejamos atrás el idílico nacimiento del Frontil, los dos primeros kilómetros de la ruta se hacen monótonos, porque discurren por el polígono industrial del Frontil, por el que vamos dejando atrás el casco urbano de Loja y por una carreterilla local, paralela a la A-4145 que se adentra en un olivar. Pero es el peaje a pagar para afrontar la ascensión al Hacho por una de sus vertientes menos conocidas y por otra parte tiene la parte positiva de que son dos kilómetros de inicio de suave ascensión, ideales para ir calentando los músculos de cara a la ascensión que nos espera.
Abandonamos la carreterilla local por la que vamos ascendiendo con suave pendiente y tomamos un carril terrizo, hasta este punto la localidad de Loja siempre va quedando a nuestra espalda con la sierra de su mismo nombre al fondo, mientras vamos caminando entre olivares, con el Valle del Genil a nuestra derecha y el pie del monte Hacho a nuestra izquierda. Al poco de adentrarnos por esta mencionada pista terriza, será el momento para adentrarnos en el olivar que tenemos a nuestra izquierda y ya de forma muy directa iniciar la ascensión, antes de darnos cuenta habremos dejado atrás los olivos y afrontamos una escalonada y empinada ascensión prácticamente campo través, sin mas riferencias que las huellas dejada por las cabras, entre el abundante pastizal y agreste roquedo por el que vamos ascendiendo.
Cierto es que no se trata de ningún tramo de dificultad técnica, o algún paso de peligro, pero conviene recordar a quien tenga peensado hacerlo con un grupo, que es de un nivel de exigencia física medio-alto (que en nuestro caso se supeeró sin dificultad a pesar de ser un grupo numerosos). Hasta que por fín, vinimnos a salir a la altura de los restos de un corral, situado a la altura de un sendero que faldea la ladera y que reconocemos por la presencia de un ciprés junto al cual hicimos la primera parada de reagrupamiento.
Una vez en este sendero de cabras, mejor definido que el lugar por el que hemos ascendido, cambiamos rumbo N-O, por O (oeste), faldeando la ladera sin subir, ni bajar, hasta que en unos minutos llegamos a un bosquete de pinos, por donde vamos a descender unos 20 m (aprox.) para esquivar un roquedo que va quedando a nuestra derecha, detrás del cual se encuenta la cueva del Fronche, antiguo refugio para el ganado, desde el cual obtenemos unas preciosas vistas de Loja a nuestros pies, la sierra de su mismo nombre al fondo, y recreándonos con todo el desnivel superado.
 Una vez finalizada la visita a la cueva, regresamos sobre nuestros pasos, al lugar donde habíamos abandonado el sendero que se encontraba antes de la zona de pinar, y desde allí retomamos la ascensión, con dirección predominantemente N-O, N, afrontando el tramo mas empinado de toda la ascensión, donde vuelve a repetirse el terreno muy rocoso de pastizal, mencionado anteriormente, pero en esta ocasión, superando escalones que con frecuencia rondan entre los 50 cm. y cerca de un metro de altura, que en mas de una ocasión nos obligan a recurrir a las manos, sobre todo en algunos casos con cierto vuelo y una caída (escalonada) de varios metros a nuestra espalda, hasta que llegamos a una cumbrecilla secundaria, donde hicimos una segunda parada de reagrupamiento.

 Entre esta cumbre secundaria y la cumbre del Hacho (1.024 m) propiamente dicha, hay una especie de pequeño valle glaciar, colonizado en la actualidad por un pequeño bosquete de pinos, cuyo color verde contrasta con el gris de la caliza o el marrón claro del pastizal, que junto con algunas coscojas, nos acompañan hasta la cumbre, donde como suele ser habitual, nos hicimos la foto de grupo (aunque algunos ya habían iniciado la bajada), pues también se suele dedicar cierto tiempo a las fotos individuales en los vértices geodésicos y otros lugares emblemáticos de la ruta, una de las compañeras a la que mas le gusta esas sesiónes de fotos individuales es nuestra compañera Mirta Zucolli "La Vida en Colores" (como se aprecia en la foto de abajo).

Desde el vértice del Hacho, afrontamos el pequeño destrepe por el que accedemos al sendero que pasa cerca de una caseta blanca de telecomunicaciones, fácilmente reconocible desde la localidad de Loja, situada unos 200 m al oeste del vértice geodésico, desde donde el sendero describe una preciosa sucesión de zig-zags entre pinos y cipreses, desde nos vamos recreando con las vistas hacia el sur donde destaca la presencia del cerro de Las Monjas, como cumbre mas cercana de la Sierra de Loja, que tenemos a nuestros pies, con las piscinas de la piscifactoria del Frontil allí abajo o el río Genil que podemos intuir siguiendo la hilera de su bosque de galería, parte del cual recorreremos mas tarde.

 En cómodo descenso venimos a salir a una plazoleta distante poco mas de un kilómetro de la cumbre, al oeste de la misma, donde llega la pista que viene desde la ladera norte y que es por donde se suele acceder a esta cumbre cuando se toma el mas conocido camino que parte de la barriada de San Francisco. Aquí estuvimos realizando otra parada de reagrupamiento, donde aprovgechamos para hacer esa foto de saltos que tanto le gusta a nuestro compañero manuel González Luna, prestigioso fotógrafo donde los haya, que nos ha cecido algunas fotos para la crónica, aunque la foto que aparece a continuación de de Ángel González "El Gladiador de Itálica".
Desde esta plazoleta tomamos una vereda en dirección predominantemente sur nos llevó por un bonito pinar, alternando algunos tramos de empinado y resbaladizo suelo, con otros tramos mas asequibles de suavizados por los zig-zags, aprovechando la ocasión para que parte del grupo subiera a un bonito roquedal, o pasando junto a una pared de gran belleza, ya en el tramo final de descenso, poco antes de llegar al olivar situado en el pie de monte donde estuvimos almorzando, relativamente cerca del punto de inicio.

Finalizado el almuerzo, tomamos la pista que discurre paralela al pie de monte, o mejor dicho, al pie de los tajos que forman lo que es la prolongación del Monte Hacho hacia el oeste, que en todo momento llevábamos a la derecha, con bonitas vistas de Loja a nuestra izquierda, hasta que abandonamos esta pista a laa altura de la Estación de San Francisco, pasando por calles con nombres tan peculiares como calle Renfe, o calle calera de San Francisco, desde nos dirigimos al corazon de esta localidad donde con gran sorpresa y admiración nos estuvimos recreando con sus entrañables adornos navideños, que con gran ingenio y espíritu ecológico estaba hecho a base de materiales reciclables, donde tenía pinta de haber participado todos los chavales del pueblo. Una magnífica iniciativa de la que deberían tomar buena nota todas las capitales de España y principales poblaciones de cada provincia.
Atravesamos el puente del Paseo de Narvaez, dejando atrás la barriada de San Francisco y tomamos la calle Rafael Pérez del Álamo a nuestra izquierda, llevando el río siempre a nuestra izquierda, hasta llegar a la rotonda de donde paarte la carretera A4154, que atravesamos, para acceder a una explanada terriza a partir de la cual fuimos caminando por sendero y pista terriza, paralela a la orilla del margen izquierdo del río Genil, llevando este en todo momento a nuestra izquierda, con el Hacho de LOja como telón de fondo, allí a lo lejos a nuestra izquierda, mientras íbamos caminando alternando bosque de galería del que aquel día disfrutamos con su mas bonita gama de colores otoñales, con paisaje de huertas, algunas hileras de casas, y farallones rocosos caprichosamente erosionados con tobas calcáreas y estalactitas a pie de camino, hasta llegar al paraje de Los Infiernos Altos de LOja, aal qque se accede por un escalonado sendero, asegurado por cadenas que bien merece la pena visitarse y no sólo por las bonitas panorámicas que desde allí obtenemos por las cascadas que forman los denominados Infiernos Altos del Genil, a nuestros pies, sino por la bonita cueva que se encuentra a la derecha del llano donde finaliza el tramo escalonado de este sendero.
 El averno se abre tras la cara oculta del agua, donde el arroyo de Manzanil termina su corta vida de forma brusca e impetuosa y cae al abismo para encontrarse con el cauce del Genil. Lo hace en forma de cascada e inunda el paisaje con sonidos que parecen tronar desde lo más profundo de las entrañas de la tierra, a través de grietas y fisuras de caprichosas formas que ocultan el fuego de las tinieblas, a las que Washington Irving calificó como «cavernas tenebrosas que guardan almas en pena». Un torrente que alimenta leyendas y miedos, y que los habitantes de las tierras de Loja conocen como los Infiernos. Una singular estructura geológica que inició su formación con los movimientos tectónicos que afloraron las montañas, mesetas y valles del sureste peninsular sobre lo que hace más de 20 millones de años, en el Mioceno, era aún parte del mar que rodeaba el hemisferio norte. Tierras de aluvión, sedimentos arrastrados por avenidas y correntías, que más tarde, durante el Cuaternario, milenio tras milenio, horadaron las cerradas y cañones del Genil, en el extremo este del núcleo urbano de Loja. 
El agua carbonatada, cargada de sales de los numerosas fuentes y arroyos que junto con el de Manzanil confluyen en el Genil, ha disgregado la tierra y ha hecho crecer estructuras calcáreas fosilizadas conocidas como travertinos, que para muchos son la materialización exterior del rostro del diablo, por lo que entre el estruendo de las cascadas y la imagen terrorífica de la materia orgánica fosilizada, hacen honor al nombre ya secular de un paraje que durante diversas etapas de la historia sufrió aterrazamientos, quemas intencionadas para espantar a espíritus malignos, cortes de agua, perforaciones y expolios en sus piedras, y que hoy, en el siglo XXI se alza con el título de Monumento Natural de Andalucía, una calificación que le mantiene al margen del avance urbano y le convierte en un espacio ideal para el conocimiento de la naturaleza, y la historia geológica del territorio más cercano.
La vegetación de ribera se hace patente en la totalidad del paraje de los Infiernos. La presencia continua de agua, tanto en el cauce del Genil, que llega desde Sierra Nevada tras atravesar la totalidad de la Vega de Granada, se intensifica con la desembocadura del arroyo del Frontil en el extremo noreste de este espacio y se convierte en exuberante con la cascada del Manzanil, la cola de caballo. 
Las aguas generan un ecosistema que durante años se vio alterado por vertidos y actuaciones sobre las acequias por parte de las explotaciones agrícolas y ganaderas situadas a ambos lados del gran cañón del río, pero que aunque no ha recuperado su flora original si ha logrado naturalizarse con profusión de hiedras, higueras, zarzamoras, rosales silvestres, almeces, y mil y una especie de herbazal, musgos y helechos, e incluso con especies que abundan en la leyenda diabólica del paraje, la nueza negra, que también es conocen como ‘nabo del diablo’.

Desde las paredes de los Infiernos, cubiertas de una densa capa verde se oye el variado canto de un ruiseñor, el áspero sonido que asemeja el cortar de una sierra que emiten las currucas, el silbido de los vencejos, golondrinas, aviones y el insistente trinar, incansable, de los carriceros. El tronar del agua no logra apagar los sonidos de la biodiversidad que habita un variado conjunto de hábitats, ya que en los Infiernos, además de la ribera, hay acantilados, bosques, zonas de matorral, el cauce y sus derivaciones, donde aún pueden verse cangrejos autóctonos ibéricos, e incluso cavidades donde sobreviven colonias de murciélagos y otras especies cavernícolas.
Llegar a los Infiernos se ha convertido en un agradable paseo que puede hacerse por dos caminos que parten desde el casco urbano de Loja. El que está considerado como sendero del monumento natural parte del antiguo cuartel de los Bomberos, bajo la cuesta de los Molinillos. Allí se inicia un carril agrícola que discurre entre algunas formaciones de travertinos por la ribera izquierda (aguas abajo) del Genil para llegar hasta un área recreativa. Junto a ella, a la izquierda, se encuentra un polémico puente colgante que iba a ser la conexión entre las dos paredes de los cañones del Genil y se ha quedado en una estructura de cables de acero que acerca a la orilla derecha del río y que se corta unos centenares de metros más allá. Hay que volver al sendero inicial para continuar por la ribera sur, que discurre junto al accidentado cauce del río con espacios donde genera pozas y recorridos de aguas rápidas, y sube entre rocas y piedras que hay que salvar con escalas metálicas sustentadas en la pared y ayudados por cuerdas instaladas para facilitar el ascenso hasta una zona de olivar, donde están los Infiernos Altos. Desde ese punto la gran cascada se aprecia de forma lateral y se oye el rugir del agua.
 Enfrente, al otro lado del cañón, está el verdadero mirador de los Infiernos. Es el mejor punto para contemplar la cascada, pero en su mayor parte es un recorrido urbano que llega a la barriada de la Esperanza y tras la antigua fábrica de aceite, y después de bordear un campo de cultivo, se accede al mirador de madera construido frente a la cascada del arroyo de Manzanil. 
Toda la magnitud de los Infiernos de Loja se abre ante la vista desde ese privilegiado mirador que pocos conocen a pesar de ser el primero que se construyó tras la declaración de Monumento Natural de este espacio. Una visión desde la que es fácil entender la fascinación de los poetas árabes, de los juglares del medievo y los viajeros románticos, que cantaron al mundo las leyendas de monarcas nazaríes que ocultaban sus grandes tesoros en las grutas situadas en cara oculta del agua, tras esa blanca columna líquida que quien la contempla imagina como la cola del corcel de los reyes.
Finalizada la visita a este bellísimo paisaje, que alcanza su momento de esplendor tras época de abundantes lluvias. Regresamos hasta el puente colgante, desde donde retomamos dirección N, para regresar en poco mas de 20 minutos al Nacimiento del Frontil, donde habíamos iniciado la ruta, tomándonos la copa de despedida en la venta del mismo nombre.