martes, julio 04, 2017

Desde la playa de Bolonia hasta la playa de Valdevaqueros (solo ida)

Distancia aprox. Entre 12 y 15 km si optamos por subir a la Duna de Bolonia, visitar las ruinas de Baelo Claudia, o bien ambas cosas, o simplemente comenzar directamente desde la playa.
Desnivel de subida y otros tantos de bajada: Entre 50-200 m si optamos por coronar las Dunas de Bolonia y Valdevaqueros, sólo una de las dos o simplemente ceñirnos a la línea de playa, de la que sólo tendremos que separarnos en algunas ocasiones, pequeñas franjas de acantilado, para esquivar algunos tramos rocosos, con mayor o menor frecuencia según el estado de la marea.
Dificultad: Baja
Fecha de realización: 1 de julio de 2017
Escollos a tener en cuenta: Algunos tramos rocosos, el sol o viento que azote la costa ese día.
Material recomendado:
El equivalente a un día de playa (mucha protección solar), toalla o esterilla, preferentemente gorras con protección lateral y trasera (para proteger orejas y cuello). Normalmente al hacer esta ruta, se suele almorzar en algún punto intermedio del recorrido, con lo que cada uno lleve en su mochila. Por si acaso nos vemos obligados a ir por la parte de arriba de acantilados en algún momento, mejor llevar calzado cerrado, tipo zapatillas de deporte.
No olvides traerte el bañador y una muda de ropa y calzado cómodo, para cambiarte al final de la ruta.
Alicientes Principales: Si bien el mero hecho de venir a disfrutar de la Playa de Bolonia, bien justifica la visita, aunque sea para ir y venir en el día. La presencia del Monumento Natural de su gran duna y el Monumento Histórico Nacional de las ruinas de Baelo Claudia la convierten en un enclave mágico, que no es más que el inicio de una ruta litoral preciosa que en dirección este, nos lleva hasta Valdevaqueros o Tarifa, disfrutando de uno de los tramos litorales más bonitos de todo el Parque Natural del Estrecho con el telón de fondo del Atlántico y la Costa Africana sorprendentemente cercana o bien hacia el Faro Camarinal y su idílica playa al oeste.
A TENER EN CUENTA:
1º) A la hora de planificar una ruta por cualquier punto de la franja litoral del Estrecho, o zonas cercana, ya sea el río Guadalmesí, Yebel Musa, Río de la Miel, Gantanta del Capitán, etc...lo suyo es que sea un día con poco viento de poniente, lo ideal es el día de transición de poniente a levante, o en todo caso de levante a poniente, o incluso con viento de poniente. Pero si te toca un día de levante y vas a hacer alguna montaña cercana, posiblemente te encontrarás todo cubierto de nubes y no podrás ver las costas al otro lado del Estrecho. Si además se trata de una ruta litoral, a lo anterior se le une la incomodidad del continuo ametrallamiento de la arena, muy desagradable. En definitiva, ten siempre un Plan B preparado, por si pronostican viento de levante para la zona del Estrecho, irás hasta allí para nada.
2º) Para la planificación de rutas litorales, ten siempre muy en cuenta,además del viento (consultar en la página Wind Guru); la Tabla de mareas, zona de Tarifa, (Julio 2017)
3º) Si el grupo es muy grande, como era nuestro caso (más de 60 personas), antes de iniciar la ruta se pueden dar tres opciones tal y como hicimos nosotros: Visitar las ruinas de Baelo Claudia, Subir a la Duna de Bolonia o bien irse directamente a la playa, por ejemplo, frente a uno de los chiringuitos que se encuentran cerca de la zona de aparcamiento. Y fijar una hora para encontrarse todos en la zona donde estén los compañeros playeros, para empezar la ruta propiamente todos juntos dicha desde allí.

1ª PARTE (Opción A): LAS RUINAS DE BAELO CLAUDIA:

Tal y como estaba previsto, algo más de 20 compañeros optamos por visitar las ruinas de Baelo Claudia, en cuyo parking nos dejó el autocar. Entramos de forma gratuita presentando el DNI del responsable del grupo, y tomando nota de cuántos éramos y lugar de procedencia. Nada más pasar el torno de la entrada nos podemos asomar a una preciosa terraza con vistas hacia las ruinas, desde esta terraza ya puedes comprobar que nos encontramos ante uno de los Conjuntos Arqueológicos mejores conservados en cuanto a urbanismo de origen romano se refiere, por no hablar de su mágico emplazamiento en la Ensenada de Bolonia, cuyas aguas lucían de un precioso color turuqesa ese día.  Esta antigua ciudadela romana fue descubierto por el hispanista francés Pierre París (bisabuelo de nuestro compañero Arnaud), a principios del siglo XX  y en 1917 comenzaron las primeras excavaciones, después de haberse quedado oculto en el tiempo bajo capas de arena, conservando así uno de los más importantes yacimientos de la época en la Península Ibérica.

Estrabón ya lo menciona en el año 18 d.C.: Baelo es un puerto donde generalmente se embarca hasta Tingis, en Mauritania. También es un emporio que tiene fábricas de salazones, donde también se elaboran grandes cantidades de garum.

De hecho, Baelo Claudia tuvo gran importancia en la exportación de salazones y por ser un significativo núcleo de elaboración de la famosa salsa de pescado conocida como garum; un sabroso manjar para los ciudadanos romanos, con el que elaboraban todo tipo de pescados y hasta algunas carnes y postres. Se cree que la ciudad tuvo sus orígenes en el siglo II a.C. en una zona de gran importancia estratégica, como es el Estrecho de Gibraltar, a partir de asentamientos fenicios, convirtiéndose en poco tiempo en un referente marítimo en el Mediterráneo que obtenía la mayor parte de sus beneficios de la exportación de productos relacionados con la pesca, que si bien sigue siendo de gran importancia en la actualidad, se cuenta que en aquella época se contaban por toneladas, las cantidades de atunes que llegaban desde el Atlántico a desovar al Mediterráneo y tenían paso obligado por el Estrecho de Gibraltar. También contaban con agua dulce para lavar el pescado y grandes salinas cercanas para elaborar la salazón. No menos importante era la presencia de grandes depósitos de arcilla que servían para la manufacturación de las ánforas con las que luego transportaban las salsas de pescado a todo el Imperio. Su mayor auge tuvo lugar en el período transcurrido desde el siglo I a.C. hasta el siglo II d.C. y fue ensalzada a la categoría de municipium por el Emperador Claudio.

Fue a partir del siglo II d.C. cuando comenzó la decadencia de su actividad, sobre todo debido a la actividad sísmica que provocó varios terremotos y maremotos que ocasionaron muchos daños. A pesar de los intentos por recuperar la normalidad en cuanto a su funcionamiento, los constantes saqueos de piratas mauritanos y la crisis imperial del siglo III terminaron por pulverizar los pocos rebrotes que intentaron hacer resurgir su economía. En el siglo VII fue abandonada finalmente a expensas de la actividad geológica y las inclemencias meteorológicas, quedando olvidada y sepultada bajo las abundantes dunas móviles de la zona, hasta las campañas arqueológicas de Pierre París, cuyo busto podemos observar al inicio del itinerario.

Tras asomarnos a la mencionada terraza, el siguiente hito es el Museo, que decidimos dejar para el final, empezando la visita directamente a las ruinas, siendo lo primero que vemos: los restos del antiguo Acueducto por donde discurría todo el año el agua fresca procedente de los cercanos arroyos, por aquel entonces, cristalinos de, Regajo del Hoyo y del Pulido.

Desde los primeros instantes que iniciamos el paseo por el sendero que recorre este yacimiento arqueológico, declarado  Monumento Histórico Nacional, podemos comprobar cómo está rodeado por una Muralla de piedra que, que según los historiadores, tenía una función mas delimitadora, que de carácter defensivo, si bien en algunos puntos, su grosor es considerable. A lo largo de algunos lienzos de muralla podremos ver las cuatro puertas principales, que aún se conservan en la actualidad. Además contaba con múltiples torres de vigilancia para la preservación de la seguridad de la ciudad.
En distintos puntos del recorrido nos llamó la atención la abundancia de grandes lagartos ocelados, perfectamente familiarizados con los visitantes, dejándose ver a una distancia sorprendentemente cercana.
Primero desde la distancia y después más de cerca, pudimos ir observando el Foro de Baelo es de forma rectangular y en él se discutían los aspectos políticos de la época, así como debates jurídicos o administrativos. Al sur estaba delimitado por la Basílica Judicial, la cual actualmente conserva las columnas compuestas y jónicas, algunas de las paredes y una estatua del Emperador Trajano de más de tres metros de altura, que se confundió en un principio con la efigie del Emperador Claudio. Todo ello erigido sobre una base rectangular de casi 20 metros por 35,5. En la Basílica se llevaban a cabo los juicios y el culto imperial.
Antes visitamos el Teatro, el edificio más grande de la ciudad, que podía albergar a un público de hasta 2000 personas. También pasamos junto a las ruinas del Mercado, donde se vendía sobre todo carne y pescado. O el Edificio de las Termas que contaba con varias salas para el baño, debidamente señalizadas en los paneles indicativos: el caldarium, o sala caliente, el tepidarium, o sala templada, y el frigidarium o sala fría.

Baelo Claudia albergó cuatro Templos, dedicados a los dioses Júpiter, Minerva, Juno (Triada capitolina) y a la diosa egipcia Isis; muy aceptada para los rezos romanos, ya que se la consideraba un símbolo de gran importancia en el culto a la fertilidad por parte del colectivo femenino. El Templo de Isis se cree que pudo construirse hacia el año 70 d.C. y contaba con varios lugares diferentes: el pórtico, un patio central sobre el que se construyó el propio templo, la sala de iniciación y la sala de los sacerdotes.
También podemos encontrar restos de edificios como la curia o la necrópolis. La intensa actividad comercial e industrial se tradujo en la construcción de Viviendas para los trabajadores, situadas en las zonas periféricas en contraposición a las domus de los patricios y ricos comerciantes que se concentraban hacia el sur de la ciudad cerca de las fábricas.
La Zona Industrial se encuentra junto al mar, conservando piletas para la elaboración del garum y una serie de estructuras donde se llevaba a cabo la elaboración de salazón y donde se almacenaba la materia prima antes de ser enviada fuera de las fronteras de Baelo a las distintas provincias del Imperio. Esta zona también está muy bien explicada  en los ilustrativos paneles informativos.

 En el tramo final del sendero (o inicial según la dirección que escojamos), nos encontramos con un tremendo árbol solitario de porte centenario, oriundo de Sudamérica, que se da en los montes del nordeste de Argentina, Sur de Brasil, Uruguay y Paraguay, llamado Ombú, cuya frondosidad y tamaño hacen honor a su otro nombre popular: Bellasombra. Siendo su nombre científico: Phytolacca dioica, de carácter ornamental y que también podemos encontrar en un parque urbano de Gibraltar.

Antes de finalizar la visita, pasamos por el Museo, donde también nos sorprenderá una gran cantidad de restos escultóricos y una gran cantidad de utensilios y curiosidades de todos los tamaños, así como una amplia galería fotográfica, con algunas imágenes históricas, como la de un arqueólogo que nos parece pequeñito, al lado de la gran estatua de Trajano, yacente entre las ruinas, a sus pies.
1ª PARTE (Opción B), LA DUNA DE BOLONIA:
Tal y como estaba previsto, simultáneamente el resto del grupo se fue a subir la Duna de Bolonia, declarada como Monumento Natural desde el año 2001. Esta duna de arenas doradas, supera los 70 m de altura sobre el nivel del mar y una anchura que oscila entre los 200 y 400 m Está situada al N-O de la ensenada de Bolonia, visible desde muchos kilómetros de distancia.
Se trata de una acumulación de arena formada por los vientos dominantes de levante al chocar frontalmente con el final de la ensenada. La línea de costa de Bolonia tiene una orientación sureste-noroeste y el viento de levante eleva y proyecta una corriente de arena fina que barre la superficie de la playa hasta llegar al final de la ensenada, donde esta corriente choca con el cierre de la ensenada, casi perpendicularmente. El final de la ensenada tiene un pequeño sustrato de roca, más visible hacia el oeste, intercalada con un abundante pinar y sotobosque, que frena el avance la duna, pero que no impide que esta siga avanzando. A este conjunto dunar se le llama Barjanal por sus dunas en media luna perpendiculares al viento y con pendientes desiguales. Junto con las dunas de la franja litoral del Coto de Doñana, es una de las pocas dunas transgresivas de Andalucía, es decir, de las que siguen avanzando tierra adentro. Alimentada por el viento de levante, avanza hacia el pinar de pino piñonero repoblado con matorral y de alto valor ecológico.
Al llegar al final de la duna podemos apreciar la lucha continua entre los pinos por crecer y la arena por avanzar. Pero la duna juega con ventaja porque su altura sobrepasa la de los árboles, si bien, a veces, el fuerte viento lleva la arena sobrante lejos de la duna.
Aunque parte de las arenas de Bolonia están cubiertas por especies exóticas para evitar su avance, los acantilados azotados por el levante presentan vegetación original como el enebro costero andaluz, la sabina rastrera y la camarina, dando ésta última nombre al cercano faro Camarinal. En otro cordón dunar del interior de la playa, aún embrionario, ponen color los cardos marítimos, azucenas y alhelíes de mar, que, junto al junquillo, crecen en las zonas menos castigadas por el viento. En las zonas más expuestas sólo crecen el barrón, gramas marinas y lotos.
2ª PARTE, Ruta Litoral Playa de Bolonia - Playa de Valvevaqueros
A la hora fijada nos reunimos todos en el punto fijado en la playa de Bolonia, para desde allí iniciar la caminata en dirección Este, recreándonos con el color turquesa y celeste de unas aguas tocadas por la magia de Neptuno (Podeidón en la mitología Griega), que tuvo a bien, regalarnos las condiciones óptimas que sólo se dan en los días de transición de poniente a levante, y además con vientos muy suaves, la mayor parte de la jornada. La humareda de un incendio forestal recién iniciado, comenzaba a aumentar al otro lado del Estrecho. Mientras una vaca marrón con su ternerillo, contemplaba indiferente el discurrir del grupo, todavía en plena playa de Bolonia, por lo que se ve, muy acostumbrada a la presencia de bañistas, muy numerosos, en aquel primer sábado de julio 2017.
A nuestra derecha, siempre las aguas del Atlántico y Africa al otro lado, a nuestra izquierda, la Sierra de San Bartolomé tapizada por densos pinares, sabinares y enebros costeros de gran valor paisajístico y botánico. Mientras caminábamos literalmente por la orilla del mar entre bañistas, familias que entraban o salían del agua, nudistas, chavales jugando al fútbol o con las clásicas palas. Poco a poco cada vez más lejana iba quedando a nuestra espalda la Duna de Bolonia.
Tras dos primeros kilómetros de idílica playa ininterrumpida de arenas finas, llegamos a una primera zona rocosa (fácil de transitar), denominada Punta de la Morena del Puertobajo, también conocida como Punta del Nabo, pues unos 200 m mas allá, llegamos a una playa presidida por una curiosa formación rocosa con forma de gran pene mirando hacia el mar. Siendo este el lugar escogido para la primera parada de baño, por tratarse de una playita idílica de fina arena con muy poquita gente donde estuvimos disfrutando de lo lindo.
Reanudada la marcha, no tardamos en hacer una segunda parada obligada, tanto por el alto valor paisajístico del lugar, como por el nivel perfecto de la marea para disfrutar de las preciosas piscinas (naturales) de los Baños de Claudia, originadas por los flysch de gran valor geológico, disfrutando del colorido de sus aguas y su agradable temperatura, así como de la peculiar arena que se obtiene machacando una zona rocosa, conocida como "Piedra Jabón" que al parecer cuenta con grandes propiedades para la hidratación de la piel. Siendo además una hora propicia para el almuerzo aprovechamos para hacer un tres en uno: baños, almuerzo y sesión de arenaterapia.
A partir de Los Baños de Claudia, la marea que ya comenzaba a subir, nos permitía seguir avanzando en todo momento por la sucesión de pequeñas playas que teníamos por delante, interrumpidas de forma intermitente por algunos tramos de rocas de distinto tamañs, que esquivamos fácilmente remontando algunos  pequeños acantilados, hasta bajar a la siguiente playa, donde se alternaban en perfecta armonía, nudistas y bañistas y algún que otro bohemio que seentretenía, colocando piedras sobre rocas de mayor tamaño que desafiaban al viento y a las mareas. 
Y así, sucesivamente, pasando junto a restos de patera o algún búnquer utilizado durante los primeros meses de la Guerra Civil. Hasta llegar a Punta Paloma y poco después a la Playa de Valdevaqueros, que antes de ver, comenzamos a escuchar con los decibelios a toda potencia profanando un paraje tan bonito, con la excusa de los campeonatos de Windsurf y otras nuevas modalidades que tienen lugar allí, casi todas las semanas de verano. La sensación es extraña, pues el lugar es muy bonito, pero tanto ruido de música distorsionada, te da la sensación de estar dañando el entorno con la contaminación acústica, que por cojones, tienen que padecer todas las personas que visitan Valvevaqueros por un puñado de gilipollas ante la pasividad del Ayuntamiento de Tarifa.
La parada para el último baño de la jornada, decidimos hacerla, un kilómetro y medio antes de llegar al mogollón de bañistas y surferos de Valvevaqueros, en una franja de playa relativamente tranquila, a los pies de la Duna de Punta Paloma, que aprovechando la coyuntura, también aprovechamos para coronar, un grupo de compañeros. Desde allí arriba nos estuvimos recreando con las cometas y los habilidosos surfistas saltadores y a veces, casi voladores. 
Mientras subíamos a la duna, nos encontramos con los restos de madera del vallado que se instaló con el objetivo de detener el avance de la duna sobre la cercana carretera militar. Pero la valla estaba totalmente destrozada y para colmo en algunas zonas el Doctor Leal, se encontró con numerosos restos de cristales rotos. Mientras tanto la duna sigue su ritmo de 19 metros por año y de hecho nos encontramos con un par de máquinas "quita arena" limpiando la cercana carretera.
 Después de bajar la duna, último baño y copa final en el Bar Casa de Porros, a pie de la carretera nacional N-340, punto de encuentro donde vino a recogernos puntualmente el autocar. Después de que atravesáramos la curiosa laguna que se forma en la playa de Valdevaqueros, fruto de la desembocadura del río del valle, procedente de la Sierra de Fates y su unión con las aguas del Atlántico, cada vez que sube la marea, que le dio el último toque paisajístico a una ruta tan repleta de colores, como de luz y sensaciones. Y es que cuando se tiene la suerte de escoger una ruta tan bonita y las condiciones meteorológicas son óptimas tenemos muchas papeletas para disfrutar de una ruta DIEZ.

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